La amenaza yihadista
¿Por qué estamos en la diana?
El fanatismo islámico percibe a España como ocupante ilegítima de Al Andalus, a cuya óptica deformante se añaden las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla
El fanatismo islámico percibe a España como ocupante ilegítima de Al Andalus, a cuya óptica deformante se añaden las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
El año 2016 finalizó con un dato inquietante: se alcanzó el record de menciones a España por parte de la propaganda elaborada por las distintas organizaciones terroristas de naturaleza yihadista. El país fue mencionado hasta en un total de 44 ocasiones, lo que supuso el punto más elevado de una línea que no ha cesado de crecer desde los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid.
Nuestro país comparte con otras naciones occidentales los mismos argumentos de culpabilización: es un aliado activo de Estado Unidos, forma parte de la coalición militar internacional que «ocupa» tierras musulmanas y desempeña una intensa actividad contraterrorista. Pero al mismo tiempo, posee unas características singulares que agravan la amenaza que recibe por parte de estos grupos: el yihadismo percibe a España como la ocupante ilegítima de Al Andalus, una tierra perteneciente a la comunidad islámica, que ha sido arrebatada y ocupada por infieles.
El terrorismo yihadista incorpora entre sus objetivos la «devolución» de cualquier dominio que en algún tiempo estuvo bajo el control del islam, un proceso de debe producir la reinstauración de las fronteras originarias del Califato medieval, y que legitima cualquier violencia contra los «usurpadores».
A esta peculiaridad histórica, se añaden las reivindicaciones que realiza el yihadismo sobre Ceuta y Melilla, cuya ubicación geográfica en el norte de Marruecos, y abundante población musulmana, ha servido como base para que el yihadismo situara ambos ciudades en el mismo plano de victimización que otros enclaves icónicos como Jerusalén o Grozni. En los últimos años, Estado Islámico ha sido el actor individual que más propaganda ha generado sobre España, ocupando el liderazgo que históricamente había desempeñado Al Qaeda y su filial magrebí. La hiperactividad comunicativa de esta organización ha revitalizado el papel de nuestro país en el imaginario radical, y ha servido para espolear la violencia verbal y la imaginación de cientos de usuarios anónimos de redes sociales de internet, que han replicado y ampliado este conjunto de las amenazas. La relevancia de estas alusiones propagandísticas va más allá de su interpretación como indicios de complots terroristas en marcha, o como fuentes de inspiración inmediata para individuos radicalizados, sino que tienen un peso acumulativo que va agravando la amenaza. Las nuevas tecnologías de la información han transformado el ciclo vital de la comunicación terrorista. En un entorno donde los medios de masas eran la única puerta de entrada a la opinión pública, el mensaje terrorista tenía una durabilidad muy reducida más allá del entorno social inmediato de estos grupos. Este mensaje dejaba de estar disponible para el gran público, en la medida en que los medios desviaban su atención hacia otras cuestiones. Internet proporciona una durabilidad potencialmente ilimitada y facilidad de acceso, lo que permite que los contenidos terroristas desplieguen sus efectos mucho más allá del momento temporal en el cual fueron creados.
Aunque de manera hipotética las alusiones yihadista sobre España cesasen por completo, toda la producción propagandística anterior seguirá siendo una fuente activa de inspiración terrorista. Eso explica que a pesar de que el número de menciones terrorista a nuestro país se ha desplomado a lo largo de 2017, el nivel de amenaza no se ha visto afectado debido a la siniestra influencia que siguen ejerciendo todas aquellas llamadas del pasado que justifican y alientan el asesinato de españoles bajo cualquier circunstancia y en cualquier lugar.
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