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Puigdemont prepara las urnas
El president confirma que convocará elecciones el año que viene para consumar el proceso de independencia. Insiste en pedir al Gobierno la celebración de un referéndum legal, aunque no confía en alcanzarlo
El president confirma que convocará elecciones el año que viene para consumar el proceso de independencia. Insiste en pedir al Gobierno la celebración de un referéndum legal, aunque no confía en alcanzarlo
Por quinto año consecutivo, los organizadores de la Diada soberanista en Cataluña lograron anotarse ayer una movilización masiva, la última, presuntamente, antes de consumarse la independencia catalana, según aseguran sus promotores. Lo más significativo, sin embargo, no fueron los cientos de miles de catalanes en las calles (varios menos que en 2015), sino la inédita presencia de un presidente de la Generalitat al frente de la reivindicación independentista. Carles Puigdemont se unió a la concentración de Salt (Gerona) –una de las cinco organizadas en Cataluña– y confirmó que el próximo año, en 2017, tiene previsto llamar a los catalanes a unas elecciones llamadas «constituyentes» que deben ser «un verdadero plebiscito de validación» del proceso de independencia de Cataluña.
Puigdemont ratificó estos planes en una comparecencia en el Palau de la Generalitat ante corresponsales extranjeros. Antes de convocar estas elecciones, no obstante, el president volverá a pedir al Gobierno la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. «Voy a insistir el día 28 (día en que debe afrontar una cuestión de confianza en el Parlament) en hacer una propuesta en este sentido», explicó. El propio president admitió, sin embargo, que la posibilidad de un referéndum legal y acordado con el Estado es remota. «No hay que ser ingenuo», afirmó.
La Diada de ayer cierra, inevitablemente, un ciclo de cinco manifestaciones llamadas «históricas», puesto que la huida hacia adelante de los gobernantes catalanes ya no tendrá más recorrido en 2017. Habrá llegado entonces el momento de aplicar sus planes. Los soberanistas están convencidos de que obtendrán la mayoría en las urnas y materializarán una desconexión que, en realidad, sólo es imaginable mediante la desobediencia.
En un principio, las elecciones «constituyentes» se celebrarán el próximo verano, a continuación de la aprobación en el Parlament de las llamadas «leyes de desconexión (agencia tributaria, seguridad social y ordenamiento jurídico). Ésta es la hoja de ruta de una mayoría independentista en el Parlament que deberá demostrar, entre otras cosas, la unidad de sus fuerzas y el alcance de su desafío al Tribunal Constitucional.
«No hay marcha atrás», aseguró Gabriela Serra, una de las diputadas de la CUP, que no vio inconveniente en que Puigdemont pida un referéndum al Estado. Si fracasa, eso sí, exigió dar cumplimiento a la hoja de ruta soberanista mediante otro tipo de votación. En un sentido muy parecido se expresó el presidente de la Asamblea Nacional Catalana, Jordi Sánchez, que también pidió que la votación definitiva no vaya «más allá de 2017».
La Diada de ayer no sólo deja la insólita imagen de un presidente de la Generalitat en las calles unido a la reivindicación independentista. También pudo verse a otro manifestante inédito, Artur Mas, que vivió las últimas Diadas confinado en su despacho en el Palau para preservar su papel institucional. Ayer pudo, al fin, enfundarse la camiseta de la ANC y de Òmnium con el lema «A punto» y se colocó en la primera línea de la manifestación en el paseo Sant Joan de Barcelona. «Tenía muchas ganas», comentó. Estuvo acompañado de varios consellers del Govern, que tampoco dudaron en darse un baño de multitudes.
No hubo, de hecho, ninguna de las cinco manifestaciones (Barcelona, Berga, Salt, Lérida y Tarragona) que no contara con autoridades oficiales. En Tarragona, la representación institucional la encabezó la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, mientras que los otros puntos también hubo presencia de consellers de la Generalitat.
Los organizadores se felicitaron por una nueva demostración de fuerza del soberanismo en un momento en que se dudaba de la efervescencia del movimiento después de varios años transitando por un laberinto de salida incierta.
Guerra de cifras al margen, lo más confuso de esta Diada es la incoherencia de algunos de los mensajes. Si bien es cierto que los dirigentes de la nueva Convergència (el Partit Demòcrata Català), Esquerra y la CUP se mantienen inequívocos respecto a la independencia, la presencia ayer de representantes de las confluencias de Podemos en la manifestación de la ANC introducen el interrogante de si existen varias velocidades en el viaje soberanista.
La galaxia política que orbita en torno a Ada Colau quiso alinearse ayer con el movimiento soberanista porque considera que hay motivos para protestar contra los poderes del Estado. Sin embargo, ni Colau ni su formación comparten la hoja de ruta independentista acordada entre Junts pel Sí y la CUP.
Así se lanzan los últimos nueve meses del «procés». Llega la aceleración final. Llega el momento de ver quién se descuelga, quién se precipita y quién es capaz de cumplir con las solemnes promesas realizadas al pueblo.
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