Casa Real
Quinto aniversario de Felipe VI: un Rey a prueba de crisis
El desafío independentista en Cataluña, la «legislatura fallida» de 2016, el cambio del modelo de partidos y los coletazos de la peor crisis económica de la democracia son algunos de los retos a los que ha tenido que hacer frente.
El desafío independentista en Cataluña, la «legislatura fallida» de 2016, el cambio del modelo de partidos y los coletazos de la peor crisis económica de la democracia son algunos de los retos a los que ha tenido que hacer frente.
Poco antes de su 35 cumpleaños, en enero de 2003, Don Felipe, entonces Príncipe de Asturias, concedió una entrevista a la Agencia Efe en la que fue preguntado sobre cuáles creían que iban a ser los principales retos de su la normalidad». Se refería el Heredero al carácter singularísimo del reinado de S. M reinado. Once años de asumir la Jefatura del Estado, Don Felipe aseguró que sabía cuál era su «responsabilidad al frente de la Corona, la sociedad y el pueblo» y añadía, cayendo quizá en eso que los británicos llaman «wishful thinking», que «en el futuro a la Corona le corresponderá administrar la normalidad». Pues bien, como él mismo ha reconocido en alguna ocasión, la realidad le ha desmentido poniéndole por delante en los cinco años que han trascurrido desde su proclamación en Cortes, retos y encrucijadas análogas a las que su padre Don Juan Carlos tuvo que capear en los años de la Transición.
Transparencia
Y es que no sería justo afirmar que los primeros cinco años de reinado de Felipe VI han transitado por un camino recto, asfaltado y exento de riesgos. En el quinquenio que lleva como Jefe de Estado, don Felipe ha tenido que afrontar retos y desafíos duros y problemáticos que han puesto a prueba su indudable capacidad de arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones.
El primero de los retos que el nuevo Rey se propuso después de su proclamación fue el de adecuar las normas y reglas internas de su Casa para hacer realidad su voluntad de velar por la dignidad de la institución de la Corona, preservando su prestigio y observando una conducta íntegra, honesta y transparente. Todo para hacer realidad su objetivo de encarnar una Monarquía renovada para un tiempo nuevo. Se redujo el núcleo de la Familia Real a los nuevos Reyes, Felipe y Letizia, sus hijas, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía y los Reyes Juan Carlos y Sofía. Los demás, hermanas e hijos, pasaban a ser Familia del Rey. Se limitó la naturaleza de las actividades de ese núcleo esencial de la Monarquía exclusivamente a las de carácter institucional. Se adoptó el mismo régimen de la Administración en lo tocante a los regalos ofrecidos a la Familia Real, que no podían superar los usos habituales, sociales o de cortesía ni tampoco aceptar favores o servicios en condiciones ventajosas que pudieran condicionar el desarrollo de sus funciones.
Pero las normas no sólo iban a afectar a los miembros de la Familia Real sino que se aprobó también un Código de Conducta para el personal de la Casa de S.M. el Rey mediante el cual se establecieron una serie de principios éticos y de conducta que debían presidir la actuación del personal del Palacio de la Zarzuela y cumplir con su misión de forma leal, íntegra, honesta y transparente.
Ejemplaridad
En el plazo aproximado de un año, la Casa del Rey realizó un cambio sustancial de sus reglas. Entre otras muchas, se comprometió a realizar una auditoría externa anual de sus cuentas, a presentar una memoria de las mismas, a aplicar la Ley de transparencia y de acceso a la información pública y a publicar las normas de contratación de servicios de la institución.
También en el plano familiar, el Rey tuvo que afrontar el desafío que suponía la actitud de su hermana, la Infanta Cristina, al negarse a renunciar a sus derechos sucesorios y al título de Duquesa de Palma que el Rey Juan Carlos adjudicó a su hija menor. Don Felipe intentó incitar a doña Cristina para que lo hiciera ella voluntariamente pero no hubo manera de convencerla. Al final, la medida de retirarle el título tuvo que tomarla el Rey al cumplirse el primer año de su proclamación. Al mismo tiempo, decidió mantener el alejamiento de la familia Urdangarín Borbón tras la condena de su cuñado a cinco años de prisión.
Todas estas decisiones, a veces no fáciles, se han tomado porque en Zarzuela existe el convencimiento de que el futuro de la Institución para por ponerse al frente del resto del entramado del Estado en cuando a transparencia y ejemplaridad se refiere.
Cambio de sistema de partidos
La situación política española en estos últimos cinco años ha constituido asimismo una fuente de problemas para el Felipe VI y ha sido una de sus mayores preocupaciones como Rey. Este he hecho que ha venido provocado por la circunstancia de que el relevo en la Jefatura del Estado ha coincidido en el tiempo con una profunda reconfiguración del sistema de partidos. La fragmentación y la aparición de un populismo radical de izquierdas dificultó enormemente su tarea en la que la norma ha sido actuar siempre dentro de los limites que marca la Constitución. El rechazo del Presidente del PP, Mariano Rajoy, a intentar la investidura después de los comicios de 2015 y su intento de que se convocaran de forma inmediata nuevas elecciones creo un problema serio de carácter institucional que enturbió las relaciones entre Moncloa y Zarzuela. La celebración de nuevas elecciones condujo a otro impasse del que costó salir airosamente. Pero el no va más de los retos a encarar por el nuevo Rey fue la situación en Cataluña que puso a la Monarquía y al resto de España al borde del abismo.
Cataluña
El imprescindible discurso del Monarca del 3 de Octubre de 2017 logró devolver a la ciudadanía la confianza en que no todo estaba perdido y que lo que había que hacer era volver a la senda constitucional. Esa decisión del Rey Felipe ha llevado consigo que haya sido declarado por los separatistas catalanes como persona non grata.
Efectivamente el discurso del 3 de octubre, el más decisivo de cuantos ha pronunciado Felipe VI, tuvo como efecto catártico la unificación de las voluntades a lo largo del bloque constitucionalismo y señalar el norte de la respuesta de los poderes del Estado. El recuerdo al discurso televisado de Don Juan Carlos ante la amenaza del golpe de Estado el 23-F en 1981 fue continuo desde el primer momento. También la idea de que Don Felipe «se había ganado los galones», expresión del acervo militar muy repetida aquellos días. No tuvo pelos en la lengua el Monarca en aquella ocasión y su discurso tuvo la virtud de no refugiarse en sofismos: «Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía», han «demostrando una deslealtad inadmisible y han «socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana», dijo. Pero quizá el momento de mayor carga emotiva fue cuando el Rey se dirigió a todos aquellos catalanes que contemplaban con algo cercano al espanto la deriva en la que se habían instalado los líderes independentistas: «A quienes así lo sienten, les digo que no están solos, ni lo estarán; que tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos».
Él no ha renunciado, frente a innumerables agravios sufridos, a visitar Cataluña ni a dejar de aceptar las invitaciones que le cursan instituciones públicas y privadas para estar presente en las cuatro provincias catalanas. De hecho la región en la que más actos ha participado Felipe VI es Cataluña si se descuentan en Madrid los de la capital. Es su deber y lo va a seguir cumpliendo como quien es: el Rey de todos los españoles.
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