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Susana Díaz espera el error de Sánchez

La federación andaluza cree que el PSOE se debate entre la derrota frente a Rajoy o la disolución de sus siglas, como le sucedió al Pasok, en el frentismo de Pablo Iglesias

Susana Díaz
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Como Odiseo entre Escila y Caribdis, cuando Homero pone este consejo en boca de Circe: «Navega más cerca de la primera, que devorará a seis hombres. Su contrapartida se tragaría al barco entero». La situación del PSOE, entre la derrota frente a Mariano Rajoy o la deglución por parte de Pablo Iglesias, obliga a asirse a la teoría del mal menor, pero Pedro Sánchez ha elegido el castizo y suicida «pan para hoy, hambre para mañana». Así al menos se contempla en la federación socialista andaluza, desde la que se advierte de que el secretario general provocará la desaparición del partido, como le ocurrió al Pasok griego. «Nosotros, al menos, vamos a intentar mantener la centralidad y le hegemonía en Andalucía».

Precisamente la desventura de los socialistas helenos fue el detonante de las reuniones que Felipe González y algunos históricos del PSOE propiciaron a caballo entre 2014 y 2015 con Susana Díaz, antes de que ésta disolviese el Parlamento andaluz. En aquellos cónclaves, a los que también asistieron algunos barones regionales, todos animaron a la presidenta de la Junta a quemar las etapas que habían de llevarla al liderazgo en Ferraz. «Cuidado, que éste –por Sánchez– nos convierte en el Pasok», se escuchó decir a González. Sólo Manuel Chaves, más preocupado por su horizonte penal que por la suerte del partido, defendía entonces al secretario general.

Susana Díaz ha dado la consigna de no callar ante la deriva radical de Sánchez, que propiciará un letal abrazo del oso por parte de Podemos. Desde el único territorio relevante en el que la socialdemocracia contiene al voto antisistema, la lideresa apenas mantiene la cortesía oficial. Ella no habla, o no lo hace claramente. Pero cualquier dirigente del PSOE-A atiende la llamada: «Después de las municipales, que no olvidemos que las ha ganado el PP con la que tiene encima, nos hemos convertido en la tercera fuerza en Madrid, la cuarta en Cataluña, la tercera en Valencia, la tercera o la cuarta en Galicia y somos irrelevantes en el País Vasco. Con resultados así, es imposible ser una alternativa de gobierno. No hay ni un solo motivo para que el secretario general sonría», se desespera un miembro de una ejecutiva provincial sureña.

Existe un temor fundado a que la aceptación de los pactos frentistas que Pablo Iglesias propugna por toda España, con el PSOE de actor secundario, «convierta las generales en un plebiscito entre el PP y Podemos, que es justo lo que quieren Rajoy e Iglesias. Eso nos condenaría a la marginalidad durante una década. Hay que ser muy miope para no verlo; o pensar más en los intereses personales que en los del partido». Los socialistas andaluces estiman que sus compañeros al norte de Despeñaperros «se han resignado a perder la hegemonía de la izquierda y tienen prisa por tocar poder, por lo que pudiera pasar en el futuro». En teoría militar, eso supondría darle prevalencia a la táctica en sacrificio de la estrategia: un error de bulto.

Una fuente de un organismo de la Junta dedicado a escudriñar las estadísticas advierte: «Si la tendencia se mantiene hasta noviembre, un tercio de los votos del PSOE en las generales provendrá de Andalucía; el partido se convertiría en una fuerza básicamente andaluza y, por supuesto, se estrellaría en su intento por alcanzar La Moncloa. Algo parecido a lo que ocurrió con la famosa Operación Roca: no se puede asaltar el país desde una sola región». Relata la peripecia de CiU en 1986, cuando montó con la ayuda del empresariado catalán un instrumento, el Partido Reformista Democrático, para presentarse en las 52 provincias españolas con Miguel Roca como candidato. El fracaso fue estrepitoso: no sacó ni un solo diputado fuera de Cataluña.

Siempre que se ha ido a un proceso de unidad de la izquierda, la fuerza mayoritaria ha fagocitado a la minoritaria. Es la eterna historia de los bolcheviques contra los mencheviques. En este momento, «mal que nos pese, los socialistas somos el pez chico en las grandes ciudades, lo que significa que acabaremos siéndolo también en el resto de las provincias. Por eso nos conviene resaltar nuestra identidad como partido institucional en lugar de disolvernos en una amalgama de fuerzas que preconizan la revolución. Pero, ¿nos hemos vuelto todos locos?». No se trata de un bosquejo de gran coalición a la alemana, todavía, pero el deseo de Susana Díaz es convertirse pasado mañana en presidenta de la Junta gracias a la abstención, a cambio de romper el sábado próximo la consigna de Pedro Sánchez en la constitución de algunos ayuntamientos andaluces. No todos los políticos son iguales. Ni siquiera todos los socialistas se parecen.

Susana Díaz

PSOE MARGINAL

El PSOE andaluz, con Susana Díaz al frente, cree que si Pedro Sánchez acepta los pactos frentistas de Podemos, las generales se convertirán en un «plebiscito» entre PP y el partido de Pablo Iglesias, sumiendo al PSOE en la «marginalidad» durante una década.