Elecciones generales
Un bacalao grande y que no pese
La prohibición del debate en Atresmedia por haber incorporado a Vox tiene todo el sentido jurídico, porque la misma representación política nacional tiene la extrema derecha que la mayoría de las 1.174 listas que han sido proclamadas para el Congreso y el Senado.
Sin embargo, la decisión judicial pone de manifiesto varias cosas. En primer lugar, la distancia entre lo que debe ser un conjunto de reglas objetivables que aseguren el buen funcionamiento democrático, en las que la representatividad debe basarse en los resultados anteriores y, por otra parte, el interés ciudadano que se nutre más de las expectativas futuras que del pasado.
La segunda cuestión que se evidencia es que esas expectativas futuras están determinadas, en buena medida, por los medios de comunicación. Podemos fue capaz de emerger desde la nada absoluta y colocarse en el tablero, gracias al instinto de sus fundadores que aprovecharon un hueco político, pero sin la cobertura mediática que disfrutaron, no hubieran obtenido ni un escaño.
Vox lo ha hecho de manera diferente, sus líderes no intervienen mucho en los foros, esperan a que se hable de ellos en tertulias y programas. Eso sí, en los mass media han conseguido lo que querían: un hueco en los platós con poco coste.
Las previsiones las carga el diablo, sobre ello podría escribir un libro Albert Rivera, que solía ganar las encuestas y perder las elecciones, pero es algo con lo que deben lidiar los lideres porque se han convertido en la columna vertebral de las campañas.
Cada vez importa más lo que dicen los sondeos que la situación real, esto lo sabe muy bien el bueno de José Felix Tezanos cuando publica el CIS. No es descabellada su estrategia, los estudios electorales cambian la opinión de las personas cuando son publicados, especialmente por el efecto adhesión a la mayoría.
La tercera cuestión sobre la decisión de la Junta Electoral es que la táctica del PSOE de movilizar la última semana de campaña a partir de la polarización con la extrema derecha se ha encontrado con un obstáculo, la imposibilidad de confrontar en un foro adecuado sin forzar una situación comprometida.
Finalmente, Pedro Sánchez ha aceptado el debate en RTVE, algo que no debería haber rechazado nunca, porque no era incompatible con el debate a cinco y porque en el Partido Socialista siempre se ha defendido la celebración de varios debates como impulso democrático, de hecho, el debate con Pablo Casado debería haber sido una obligación para el candidato.
El PSOE debería pensarlo, está aún a tiempo de aceptar un segundo debate en Atresmedia, eso le ayudaría a la movilización de su electorado. Pero el presidente no quería ni celebrar el primero, en su entorno se debaten entre un perfil bajo y la movilización de los votantes, sin darse cuenta de que no hay “bacalaos grandes y que no pesen”.
Algún malicioso asegura que Pedro Sánchez no quiere debates porque lo pasó mal en otros, llegando a indisponerse antes de su celebración. Eso se arregla preparándolo a fondo y con una comida frugal.
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