Ministerio de Justicia
Una decisión espuria
Estos días se lee en la prensa diaria una declaración del presidente de la Generalidad catalana, ratificada por su mayoría parlamentaria, asentando una hipótesis que rompe todos los usos y saberes del Derecho, la Teoría Política y la Historia. Parte de una afirmación pública del presidente: «Contra el derecho a decidir, no hay normas, ni leyes, ni constituciones, ni interpretaciones posibles; es un tema de voluntad de la gente y de derechos que todo el mundo debería proteger». Se trata de una ruptura onírica de la realidad; es declaración de derechos de sustancia peculiar, ratificada por varias minorías autonómicas, que se autodeclaran sujeto político y jurídico soberano. El consejero de Presidencia culminó la decisión anunciando la formación de un «Consejo de transición española», que culminará –afirma– con un referéndum sobre el Estado propio. Esto supone, ante todo, lisa y llanamente, la disolución de la realidad, un asalto a la razón histórica, la ruptura de la concordia nacional y, en fin, la aparición en el mundo contemporáneo español, de un inquietante arquetipo que Víctor Massuh, en su día, bautizó como «el hombre apocalíptico». También se insertan, en los sótanos del proyecto, retazos ideológicos desacreditados por ineficaces y perturbadores de la convivencia pacífica, al ser proclives a la utopía, que es la fuente secreta de la violencia revolucionaria. Tampoco pervive hoy ningún mesianismo social movido por una ansiedad como ésta por conseguir el gobierno de lo propio, como no sea por ocultar imperfecciones anteriores.
El gran historiador Jaime Vicens Vives publicó en 1954 «Noticia de Cataluña», donde formula fervientes votos para que ésta abandonase todas sus reticencias hacia España y cooperase a su democratización y modernización. Explica cómo, ya en el siglo XII, existen hechos que demuestran la «delegación de poderes» –en el pactismo de tradición medieval–, apreciable en dos fenómenos históricos simultáneos: el debilitamiento de los vínculos entre los condes de Barcelona y la estirpe real francesa y la expansión transpirenaica de Cataluña. La base del pensamiento histórico de Vicens radicaba en la actuación del conde Ramón Berenguer IV y sus consejeros con motivo del matrimonio con la infanta aragonesa Doña Petronila (1137). El conde jamás usó el título de Rey de Aragón, sino el de Príncipe dominador del reino.
La única originalidad que se aprecia en la decisión es trágica, pues como consecuencia de ella, desaparece el enfrentamiento que, desde 1945, han mantenido las democracias liberales del Occidente cristiano con el marxismo, amarrándose a nuevos juncos. En todo caso, la toma de decisiones en el terreno de las estructuras políticas conlleva una enorme complejidad, no sólo para definir los objetivos, delimitar los problemas y analizar las consecuencias que puede originar. Sobre todo discutir seriamente todas las graves cuestiones vertebrales que su puesta en ejecución pueda acarrear.
Mario Hernández Sánchez-Barba
Catedrático de Historia Contemporánea
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