Palma de Mallorca
El San Valentín exótico de Pilar Rubio y Ramos
Tras superar los rumores que pretendían desestabilizar su relación, Sergio Ramos y Pilar Rubio pasean más agarraditos que nunca. Me encantó comprobarlo al coincidir el día de San Valentín en el restaurante de comida vietnamita Saigón, un clásico en manjares exóticos de la capital. El jugador y la antigua reportera, con quien tuve tanto «feeling» en su momento, pidieron que les reservaran el primer piso del local a fin de poder disfrutarse sin miradas curiosas. Allí estuvieron desde las dos hasta más tarde de las cuatro. Yo les saludé en una de las visitas al excusado, y pude conocer a Sergio, que es más atractivo y más simpático que en el fútbol. Tomaron helado de maracuyá, alimento conocido como «fruta de la pasión», aunque es cierto que la suya no necesita estimulante. Me confesaron que acudían con frecuencia, ya que les encanta la cocina oriental, y a mis muestras de alegría por verles otra vez juntos, Pilar contestó que «ya sabes cómo es esto, algunos no salen adelante si no es inventando, nosotros estamos muy bien». Más tarde, los vieron salir con prisas, Sergio adelantado para comprobar si había cámaras acechando al coche, pero ambos pasaron por alto a quien desde la acera de enfrente les fotografió en plan idílico, cogidos de la mano. Era algo inevitable porque son centro de todas las miradas.
Comento ahora las últimas infomaciones que me llegan desde Baqueira, donde Urdangarín alarga su estancia un poco más, a pesar de que Cristina ya se ha reincorporado al trabajo en la Caixa barcelonesa. Él sigue de vacaciones con sus cuatro hijos –¿es que no van al colegio?– y continúa con su especie de encierro en la casa de los Reyes. Apenas sale y sus reducidos paseos son siempre solo, es un triste destino para quien recibió tantas adulaciones que ahora resultan incomprensibles para los habitantes de Palma de Mallorca, que quieren retirarle la Medalla de Oro ciudadana. Abandonado por casi todos, excepto por Doña Sofía, que sigue apoyándole y algún que otro amigo barcelonés de las altas esferas, con quien cena una vez por semana. Iñaki se refugia en la iglesia del pueblo, al lado de la estación, que no tiene el encanto románico de otras capillitas de la zona pero le da paz. Y eso que, aunque nunca fue muy practicante, cosa que chocaba con la familia, la religión ahora le aporta un apoyo que la mayoría le niega.
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