Estados Unidos
¿Quién quiere casarse con Harry?
El elegido para usurpar su identidad es Matthew Hicks, un joven que se ha estudiado todo su currículum sentimental y familiar
Hasta el destino juega a su favor. Justo cuando Harry disfruta de una recién estrenada soltería –ayer lucía diferentes uniformes militares ante la mirada arrobada de las jóvenes de Tallin (Estonia), donde está de visita oficial– después de romper con Cressida Bonas, la FOX ya tiene a punto el estreno, el 27 de mayo, de un nuevo «reality» en el que un sosias del príncipe, Matthew Hicks –con un parecido que estremece, ya que es prácticamente una fotocopia–, debe elegir entre 12 jóvenes solteras cuál merece compartir su tiempo con él. La cadena y el productor, el presentador Ryan Seacrest, decidieron blindar el rodaje del programa para evitar que algunas de las concursantes, con ganas de hacerse famosas antes de tiempo, contase sus intimidades a algún diario sensacionalista británico. Así, «I wanna marry Harry» ha sabido guardar sus ases en la manga para mantener en tensión a la audiencia. Las candidatas –todas estadounidenses con un aspecto de «chonis» venidas a más– estuvieron en lo más parecido que los responsables de exteriores encontraron a Balmoral: la residencia, cien por cien victoriana, de Englefield House en Berkshire.
El truco del «reality» es que las jóvenes se crean que Hicks es en verdad Harry. Para ello la FOX se ha esmerado. No sólo se las ha llevado a una mansión de la campiña inglesa a la medida de los «royals» británicos, también les han creado un mundo paralelo para que en todo momento crean que su interlocutor es el verdadero Harry. Así, en las promociones aparece Hicks vestido como Enrique de «civil» –con los típicos pantalones chinos color beis y una camisa blanca, ese característico «look» informal pero arreglado de la clase alta británica– rodeado de guardaespaldas que miran a uno y otro lado en busca de agresores potenciales. En otra de las escenas se pueden ver a las candidatas –todas vestidas de domingo, con el mejor de sus maquillajes, sonrisa y caída de ojos incluida– sentadas en torno a una mesa «king size» brindando junto al impostor de Harry. El «reality» también incluye románticos paseos en barco por el Támesis del príncipe y cada una de las candidatas y demás fruslerías propias de un cortejo de alta estofa, y el momento más especial: cuando una nube de paparazzis escondidos detrás de unos matojos intentan hacer fotografías al «tronista» y sus candidatas mientras ellas miran el despliegue policial con cara de pasmo.
El propio Matthew Hicks se lo pensó una y diez veces antes de aceptar el reto de hacerse pasar por Harry. A pesar de sus similitudes físicas y de calcar su acento, no las tenía todas consigo de que fuese capaz de engatusar a las jovencitas, pero cuando vio todo el atrezzo que se había montado a su alrededor respiró de alivio y se decidió a entrar en el juego. «Realmente creo que tengo todo lo necesario para convencerlas», dice Hicks en el promocional. El secreto a voces se desvelará en la final, donde se comprobará si la chica elegida está tan enamorada como para irse con un Enrique más falso que una copia de Prada comprada a los chinos en el Soho neoyorquino.
Simpleza infinita
Lo más sorprendente es de dónde se ha sacado la FOX a estas jóvenes de una inocencia o más bien simpleza infinita, que sean capaces de creerse que Enrique se preste a un «reality» para encontrar novia. Conociendo el tipo de triquiñuelas propias de este tipo de formatos, no es aventurado afirmar que ellas han preferido pasar por tontas a cambio de un cheque generoso de cifras, más la tourné, cuando terminé de emitirse el «I wanna marry Harry», por el resto de programas de la cadena, a lo que hay que añadir los consabidos «bolos» por las discotecas de moda.
Si la FOX se arriesga con este programa es porque tiene un precedente que le avala: en 2003 estrenó «Joe Millonaire», un «reality» de citas en que un grupo de mujeres tenían que seducir a Evan Marriott, uno de los cachorros de la dinastía famosa por sus hoteles de gran lujo, que acababa de heredar una gran fortuna y que buscaba una chica para compartirla. El tal Marriott era en realidad un apuesto obrero de la construcción que mantuvo el tipo durante las dos temporadas. El éxito de «Joe Millonaire» fue de proporciones siderales, ya que la final fue seguida por más de 45 millones de espectadores en Estados Unidos. La cadena espera igualar la cifra con «I Wanna Marry Harry», aunque la credibilidad del programa sea menos que cero.
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