Ciudad Lineal
Los sueños de Don Quijote contagian
Más de 2.000 personas vivieron con pasión el encuentro en el Palacio de Congresos de Ávila
El sol golpea con fuerza la ciudad de Ávila mientras decenas de autobuses y vehículos particulares se acercan al centro de congresos, a los pies de la Muralla. Van a presenciar «el debate del año» o, al menos, uno de los encuentros más esperados de los últimos meses. «Queremos ver qué tiene que decir Zapatero de la situación que estamos atravesando», afirma María del Pilar, una jubilada del madrileño barrio de Ciudad Lineal. La reaparición del ex presidente del Gobierno «es el morbo del debate», insiste Jesús Tirado, un joven fotógrafo de 22 años. Media hora antes de comenzar, en la sala principal, con más de 1.000 asientos, no cabe un alma. La expectación es máxima. Con puntualidad británica, salen a escena los dos contrincantes y el moderador, el director de LA RAZÓN, Paco Marhuenda. Los abucheos se adueñan de la sala. Es la primera aparición pública del dirigente socialista y Zapatero lo sabe: «Ésta es una convocatoria valiente. No pierdo mi optimismo». Es su respuesta a las críticas. Pero no todo son malos gestos y comentarios hostiles, la mayoría de los aplausos se los lleva el cardenal, que apela a la conciencia ciudadana y al futuro que imaginan los soñadores: «Hacen falta más Quijotes y menos Sanchos Panza». Un comentario que levanta al auditorio y se fija en los recuerdos de los asistentes. «Nos ha encantado esta comparación», asegura un grupo de jóvenes a la salida. «Ha dado en el clavo, necesitamos soñadores para salir de ésta», insisten algunas amigas que comentan las palabras de ambos «contrincantes».
Para saber si uno participaba en el «Debate del año» sólo hacía falta fijarse en alguno de los accesorios presentes en el centro de congresos: una gorra roja de la Universidad de Ávila, o un abanico para calmar un poco las altas temperaturas. Una sala «extra» se dispuso para poder seguir el acto. En total, 2.400 personas. En la Sala Sinfónica, donde la acción transcurría, los periodistas y las cámaras se agolpaban a lo largo de las escaleras y los pasillos. La intensidad del debate pudo con alguno de los que habían madrugado para llegar desde Madrid, y se contabilizó alguna que otra cabezada. Pero ésa no fue la tónica general. El público estaba más pendiente de aplaudir a éste o aquel, de contraatacar a los comentarios o a seguir con expectación las palabras del ex presidente y Monseñor.
El gran momento del encuentro, como todos los grandes momentos, se situó al principio, cuando el público, de pie, recibió a Zapatero y a Cañizares. La audiencia se vino arriba con una de las primeras frases del cardenal: «Aquellos que no nos dejen hablar a los dos se han equivocado de lugar». Pero ninguno de los asistentes se equivoco de lugar, y lo demostraron. Una de las palabras más utilizadas tras el debate fue la de «respeto». Alejo Leal, estudiante, resumía en una frase el aspecto conciliador del encuentro: «Me ha parecido que los exponentes han dejado atrás sus divisiones para poder llegar a un fondo común».
Aunque no existía un cronómetro que dividiese los tiempos para hablar, la gente asumió este papel, y cuando Zapatero se alargaba más de lo esperado y repetía otro «y finalmente» o «para terminar», el público elevaba la voz en señal de aviso.
La gente se levanta de sus asientos y comienzan a comentar qué les ha parecido el encuentro. Cada uno tiene su propio titular: «Se podía haber sacado mucho más partido del debate», entre los críticos. Otros iban dirigidos en apoyo a Antonio Cañizares: «El cardenal ha estado muy bien diciendo lo que el ex presidente ha hecho mal».
Zapatero durante su discurso casi siempre hizo referencia a aquel histórico debate entre el filósofo Habermas y el cardenal Ratzinger, hoy el Papa Benedicto XVI. Sólo el tiempo dirá si el debate entre el cardenal y el ex mandatario ocupará algún día las páginas de Historia.
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