Hollywood

Ben Affleck: «El de Irán es un régimen estalinista»

Un rocambolesco rescate en 1979 de seis funcionarios de la embajada de Estados Unidos en Teherán es el punto de partida de «Argo», la nueva cinta dirigida por el actor, que suena ya con fuerza en las quinielas de los Oscar.

«El filme tiene el objetivo de que los espectadores empuñen la bandera norteamericana al final», explica Affleck
«El filme tiene el objetivo de que los espectadores empuñen la bandera norteamericana al final», explica Afflecklarazon

La película habría sido una comedia involuntaria si el argumento hubiera salido de la mente de algún guionista, pero resulta que, como tantas otras veces, lo escribió la propia Historia. Irán, 1979: asaltan la embajada de EE UU en Teherán por la complicidad de Washington con el ex Sha al que protegen. Lograron hacerse con 60 rehenes, pero seis trabajadores de la embajada logran huir en secreto a la embajada de Canadá. La máxima preocupación de la Casa Blanca es cómo salvarles sin dar demasiadas pistas sobre su paradero. A alguien se le ocurre, como en el chiste, que lo mejor para que un elefante pase desapercibido en una gran avenida de una ciudad es llenar toda la calle de elefantes, es decir, enviar a una delegación de la CIA como si fuera el equipo de una película norteamericana que va a localizar escenarios para un filme de ciencia-ficción en Oriente Medio y sacarles luego con pasaportes falsos.

Filtraciones a la Prensa
«Tuvimos que recoger los hechos de manera que se adaptaran a los tres actos de una narración y poder mantener así el interés del público. Intentamos cambiar lo menos posible para que quedara la esencia de la historia», dice su director y protagonista, Ben Affleck. ¿Se trata de una película patriótica? «No tiene el objetivo de que los espectadores empuñen la bandera norteamericana al final. Habla de lo que la gente es capaz de hacer», subraya. Nos contó todo esto este guapo oficial del séptimo arte durante su visita al Festival de San Sebastián, donde participó en la sección oficial: «Hay certámeneses que creen que el cine de Hollywood no debe competir, pero si nos dan algún premio no lo vamos a rechazar». La cinta encantó, pero, lógicamente, no podía optar a ningún galardón.

A cambio, todas las quinielas la sitúan en plena carrera hacia los Oscar, donde, hasta ahora, sólo le hace sombra la nueva versión de «Los miserables». Será, entre otras razones, porque, como en las dos anteriores experiencias como cineasta, especialmente «The Town», la cinta rezuma cine clásico: «Concibo la dirección como un proceso de obra, donde el realizador crea un entorno en el que se funde la interpretación con el guión. Eso es fundamental. Hay directores que son capaces de entrometerse entre la actuación y el espectador, todo un ejercicio de elegancia al que yo me uno», asegura sobre su estilo.

Para lograr llevar a buen puerto semejante locura, la CIA tuvo que tomarse muy en serio el plan, hasta el punto de tener que buscar guionista y productor para la supuesta cinta que iba a rodarse, pues fue a través de las filtraciones a la Prensa que dieron verosimilitud en Irán de que aquel rodaje iba a producirse. Esta argucia del guión permite que entren en escena dos grandes actores que encarnan a dos cínicos veteranos de Hollywood (John Goodman y y Alan Arkin), absolutamente desencantados del negocio: «Al principio pensé que estas escenas podían quitarle peso al drama, pero funcionaron tan bien que finalmente decidí dejarlas como están», añade. Esas secuencias se pueden interpretar como un particular ajuste de cuentas con Hollywood. Dicho esto, uno de los personajes asegura que «hasta a un mono se le podría enseñar a dirigir una película». El actor sonríe y argumenta: «Es una opinión que algunos tienen. Lo que me gustó es que cuadra muy bien con el personaje de John Goodman. Cuando reparas en él te das cuenta de que ha trabajado para demasiados directores a los que no respeta. Tiene ese sentido del humor que me encanta». Affleck está tan inmerso en su papel de director que cuida hasta el último detalle, también la puesta de largo de sus películas. Al fin y al cabo, se trata de una parte fundamental para que opte a los premios gordos de la noche de los Oscar.
Gracias a los créditos finales, donde aparecen las fotografías reales de aquella epopeya, uno constata el mimo con que se ha hecho la prolija reconstrucción de la época. «Empezamos a hacer nuestra investigación y la encargada de vestuario fue absolutamente meticulosa con los detalles, conocía mejor mi personaje que yo. El equipo sabía que me preocupan muchos estos detalles y trabajaron muy duramente para conseguirlo. Tiene más mérito trabajar con gente con más talento que yo mismo. Así que muchas cosas no las vi hasta llegar al rodaje porque confiaba en ellos».

Efectivamente, el propio Affleck se apoya mucho en la caracterización, que le aleja de su imagen habitual, lo que le ayuda a componer al experto que se ocupa de la liberación y cuyo lema es: «Un rescate es como un aborto, nadie quiere verse envuelto». Y todo eso, a pesar de que no pudieron ponerse en contacto con Irán para investigar lo que pasó: «Sobre todo me interesaba para obtener fotografías, hablar con gente que hubiera estado allí. Saber cómo era la ciudad para poder recrearla de la forma más fiel. Al final, tiré la toalla. Desde el Departamento de Estado de EE UU me advirtieron de que si iba, lo utilizarían como propaganda. Porque el Gobierno trataría de hacerse fotos conmigo y darían a entender que les estaba apoyando», confiesa el realizador. Lejos de eso, habla cristalinamente de la situación que vive el país, al que define como «estalinista»: « Tienen un estilo de vida muy desagradable, mucha censura. Es una imitación, una réplica del régimen soviético. Tienen un Gobierno civil que no ostenta el poder porque hay una persona que toma todas las decisiones. Sólo entre el 10 y el 15% de la población de Irán apoya a su Gobierno, y, como resultado, mantienen el poder meditante la represión, la propaganda. Eso es estalinismo, pero no lo digo yo, hay informes como los de la Universidad de UCLA».

El destino ha jugado con los estrenos del realizador. Cuando iba a llegar a las pantallas «Adiós, pequeña, adiós» se dio el caso de la de-saparición de la Madeleine, que tenía algunas similitudes con la trama. El momento en que tuvo lugar esta entrevista y su estreno en un festival europeo fue días después del asalto a la embajada norteamericana en Libia… «Son casualidades desafortunadas y muy distintas», responde. Observa con preocupación las noticias de la zona y no piensa que esté más estable que cuando tuvieron lugar los hechos que ha reconstruido: «Me preocupa. La situación política en muchas partes del mundo es inestable, no hace falta ver ninguna película para saberlo. Estoy atento a lo que ocurre en el mundo árabe y a su relación con las grandes potencias. Lo sigo de cerca porque son tiempos inquietos».

 

El detalle
A REVOLUCIÓN HECHA

Una de las grandes críticas a Jomeini (en la imagen) es que llegó a Irán cuando la revolución estaba ya prácticamente hecha en febrero de 1979. La herida de Estados Unidos parecía entonces más abierta que nunca, pues no solamente se le culpaba de la llegada del Sha, sino que además se le estaba protegiendo en su propia tierra. Con la llegada de la revolución, la occidentalización del país se frenó en seco y el mandatario fue indulgente con hechos como los asaltos a la embajada, que dio lugar a la crisis que retrata la película si culpar ni exculpar a nadie.

 

EL ACTOR
que mejor dirige

Affleck no tiene problemas en reconocer que fracasó con personajes como «Daredevil», de hecho, su fama como director está muy por encima de su consideración de actor: «Cuando te pones al frente de un filme debes estar muy enamorado de la historia; vas a pasar dos años inmerso en ella. Como actor puedes experimentar más, sólo le dedicas una semanas».