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La City el «maná» por el que Cameron dio la espalda a la UE
LONDRES- En 1983, el 90 por ciento de los británicos consideraba que sus bancos estaban bien gestionados. En 2009, ese porcentaje bajó al 19 por ciento, y en 2011, la ira de los ciudadanos era ya incuestionable. Sin embargo, cuando la semana pasada David Cameron vetó el acuerdo europeo con el único objetivo de salvaguardar los intereses de la City, el 57 por ciento de los votantes le apoyó.
Y es que la City siempre ha sido considerada como un «bien nacional», una mina de oro que, incluso los gobiernos laboristas han tratado con toda clase de mimos. Gordon Brown fue uno de sus mayores defensores, y el líder «tory» no ha hecho más que seguir su estela. Y cuando en Bruselas se planteó endurecer las reglas del juego, el «premier» decidió terminar la partida sin importarle las súplicas de sus compañeros para superar la peor crisis por la que ha atravesado el euro.
El impuesto sobre transacciones financieras siempre ha puesto los pelos de punta a Downing Street y el Ejecutivo británico sólo está dispuesto a aceptarlo si es respaldado por todos los países, incluyendo EE UU. Y su empeño es comprensible porque, si finalmente se optara por la «Tasa Tobin», de los 57.000 millones de euros que Europa recaudaría al año, 40.000 vendrían de Londres. Pese a la importancia de esta cifra, Reino Unido considera inaceptable que sólo cuente con el 10 por ciento de los votos en el Parlamento Europeo. Le enerva pensar que ofrece más de lo que recibe y que su poder en Bruselas no se adecúa a la riqueza que aporta.
Un éxito muy británico
Según Tony Travers, de la London School of Economics, la City se considera «uno de los grandes éxitos de la economía británica, una industria que ha crecido mucho en los últimos años y que, a pesar de la crisis, tiene un gran potencial a largo plazo». El sector financiero emplea a un millón de personas en Reino Unido, un 4 por ciento total de los trabajadores que residen en el país.
Los 1.117 bancos y firmas extranjeras apiladas en apenas tres kilómetros cuadrados identificables fácilmente por el edificio en forma de pepino de Norman Foster configuran una industria que supone el 10 por ciento del PIB británico. Y ésas son unas cifras que Cameron tenían muy presentes al sentarse a la mesa de los 27.
Los «tories» más euroescépticos le recordaron además que la City representa un jugoso aporte para la cesta fiscal del Tesoro, de nada menos que un 11%. Entre 2002 y 2008, los años de máximo esplendor, el Gobierno recaudó 193.000 millones de libras (229.670 millones de euros). Una cifra significativa que, sin embargo, no brilla lo suficiente si se compara con la cantidad que han tenido que pagar los británicos para rescatar al sector de la crisis. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), desde 2008, el erario ha tenido que desembolsar 289.000 millones de libras para salvar a muchas entidades que hoy en día están en manos del Estado. Es el caso del Royal Bank of Scotland (RBS). Por eso ahora surgen las preguntas: ¿necesita la City la regulación que propone Europa? ¿Podrá seguir siendo un centro financiero de referencia en el aislamiento al que le ha llevado Cameron?
Es esta última la cuestión que más inquieta a los economistas. Por poner un ejemplo, el alemán Deutsche Bank es la entidad que más empleos genera en las oficinas a la orilla del Támesis. ¿Va a conservar su sede si su Gobierno –ahora líder indudable de Europa– lleva a cabo políticas fiscales que le vayan a perjudicar?
El economista Aditya Chakrabortty apunta a que es hora de que la economía británica deje de centrarse tanto en este sector y busque otros apoyos, como el sector manufacturero, que, a pesar de que emplear a dos millones de personas y recaudar, entre 2002 y 2008, 449.820 millones de euros para el Tesoro, nunca ha suscitado tanto interés. «La City da titulares muy fáciles, pero no es sólo lo que genere directamente al PIB, si no indirectamente –dice un trabajador de una importante entidad que prefiere conservar su anonimato–. ¿Cuántos restaurantes, tiendas, inmobiliarias... funcionarían sin nosotros aquí? Ese es PIB indirecto y te garantizo que es muy superior al manufacturero».
«Para mí la estrategia de Cameron es simple. No firma nada en la cumbre, pero quiere que se le considere para cualquier pacto. Cuando en Reino Unido ya se ha creado el ruido suficiente en contra para ganar un referéndum, accede a negociar con condiciones, luego vuelve y lo vende como un triunfo. Una gran jugada de póker», dice.
Sentarse a la mesa
Son muchos los que recuerdan a Cameron los riesgos de no estar presente en la mesa de la UE. Margaret Thatcher ya dijo en su día que siempre había que tener una silla. Por eso, Londres ha presionado a sus socios para que, al menos, pueda sentarse como observador. No hay que olvidar que actualmente se discuten 49 directivas comunitarias que afectan directamente al negocio de la City.
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