El pontificado de Francisco

El partido de mi vida por Leopoldo Cuchillo

Han pasado muchos años desde aquel 3 noviembre del 82. Pero la escena aún brilla con fuerza en mi memoria y en mi corazón. Miles de jóvenes en un ambiente de increíble alegría; cantos, testimonios… y horas de espera en un marco acostumbrado a otro tipo de encuentros. Cuando el Papa Juan Pablo II hizo su entrada en el Santiago Bernabéu, parecía que las gradas no aguantarían el peso de la emoción.

La Razón
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Los que me conocen saben que no soy muy aficionado al fútbol; pero esa tarde, en ese ambiente incomparable, jugué el partido de mi vida. ¡Y gané! Cuando en medio de aquel expectante silencio, el Papa nos preguntó si seríamos capaces los jóvenes españoles de mirar con valentía y constancia hacia el bien; cuando nos dijo que no le habíamos desilusionado y que contaba con nosotros para difundir un sistema nuevo de vida… mi cabeza intentó responder, pero el corazón fue más rápido: «Aquí estoy Señor, para ser tu sacerdote».

He intentado descifrar de dónde vino y el por qué esa respuesta. Nunca he encontrado una razón empírica. Pero siempre aparece la figura blanca y amable de Juan Pablo II. Desde aquel momento hasta el 24 de diciembre de 1998, día de mi ordenación como sacerdote legionario de Cristo, esta luz ha constituido el punto de apoyo sobre el que edificar una vida entregada. Una vida plenamente feliz.

No siempre ha sido fácil el camino; a veces ha habido fatigas; pero siempre en el horizonte han estado presentes de manera clara y animosa la figura, las palabras y el testimonio de mi querido Papa para volver a preguntarme si sería capaz… Nunca pude cruzar con él unas palabras, ni saludarle en directo. Pero siempre ha estado presente de manera clara y firme; y desde su ida a la casa del Padre, más. Y siempre, como la primera vez, al unirme a él e invocarle, de mi alma ha salido aquel primer «aquí estoy, Señor…». Gracias, querido Juan Pablo II.
 

*Vicerector del seminario de la Legión de Cristo en Salamanca