Mahón

Lazareto: el secreto de Pajín

La residencia donde veraneó la ministra es un búnker para «muy pocos»

La isla de Lazareto alberga la residencia del Ministerio de Sanidad donde Leire Pajín disfrutó de sus vacaciones junto a sus padres
La isla de Lazareto alberga la residencia del Ministerio de Sanidad donde Leire Pajín disfrutó de sus vacaciones junto a sus padreslarazon

MAHÓN- «No, allí no se puede entrar, está prohibido», «allí sólo pueden entrar médicos» o también, «sin autorización, imposible entrar». Estas son tres de las negativas que cualquier ciudadano español recibirá al preguntar cómo se puede llegar a la isla del Lazareto, a la sazón, la residencia veraniega de la ministra de Sanidad, Leire Pajín, y de sus padres, el pasado fin de semana. Como si de una fortaleza se tratara, nadie que no pertenezca al Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad puede entrar allí. Cómo acceder a tan privilegiado paraje es por completo un misterio. Qué pagan por estar allí los funcionarios, qué requisitos se necesitan y qué coste le supone a las arcas públicas –sufragado con impuestos menorquines– mantener este enigmático «resort» veraniego tampoco son de dominio público.
Todo lo que ocurre entre sus 1.200 metros lineales de alta muralla es casi secreto de Estado. Pero si desde hace más de una década, prestigiosos médicos deciden pasar allí sus vacaciones de verano por algo será, y no parece que únicamente sea por su precio asequible. Restaurantes, bares, alojamiento en pensión completa, piscina de agua salada renovada cada día son algunas de sus comodidades. También el transporte en barco hasta Calasfonts, un corto trayecto que se repite cada diez minutos, independientemente de que en el bote Lazareto II, que así se llama, no embarque nadie. Las múltiples remodelaciones han cambiado la cara de este antiguo hospital inglés construido bajo el mandado de Carlos III.
«Hasta hace no mucho era una cosa muy austera, una especie de hotel de dos estrellas con comedor y cocina», explica el antiguo patrón del barco de transporte a Lazareto hasta hace diez años y además, residente otros tantos dentro de la exclusiva isla. «Al fin y al cabo, ésto ahora es un hotel», con la particularidad de que cada 15 días renueva por completo sus huéspedes.

Ni poner tiritas
Sobre sus exclusivos invitados, ni los propios menorquines se ponen de acuerdo. Un funcionario en excedencia aseguró a este periódico que «allí van desde celadores y enfermeros, a los ministros», como la ministra Pajín. Pero otras fuentes consultadas no opinan lo mismo. «A los que vienen ya se les ha olvidado eso de poner tiritas», afirma un vecino de Mahón. «Desde luego, tienen pinta de médicos mucho más altos, por lo menos cirujanos», y que cada vez que vienen «cogen siete u ocho taxis y se van directos al embarcadero, para que el barco les lleve a la isla».
Eso sí, la mayoría de los menorquines agradece la presencia de gente en el Lazareto, porque al fin y al cabo compran en los comercios de la localidad. Pero también a una gran parte les gustaría que el lugar fuera de acceso público para los menorquines, por lo menos un par de días a la semana, para que se pudieran hacer visitas guiadas.
Precisamente, Leire Pajín fue la que se comprometió personalmente a abrir también el acceso a los menorquines hace tres meses. Pero mientras se pone en marcha, hizo uso de la residencia para su veraneo personal y el de sus padres. Y es que el fin de semana en Mahón de una de las ministras más jóvenes de Zapatero todavía colea en la isla. Su paso por un conocido restaurante de Sant Climent que destila su propia cerveza también. Allí, la titular de Sanidad, probablemente sin reserva previa, tuvo que conformarse con una de las peores mesas del patio del restaurante, por estar en una zona de paso. Y por si fuera poco, se vio relegada a un segundo plano tras coincidir con Joan Manuel Serrat.


«Arroces y dos euros de propina»
El pasado domingo, tras tomar el sol en la playa de Benivecquer, Leire Pajín se trasladó a uno de los restaurantes más famosos de la zona. Desconocía exactamente dónde estaba ubicado, por lo que estuvo dando vueltas hasta dar con él. Una vez allí, pidió un par de ensaladas, y por supuesto, la especialidad de la casa, «los arroces». Tras dejar dos euros de propina, pidió sumarse a una visita a la fábrica de cerveza y elogió el proyecto. «Qué bien que la gente tenga iniciativa», afirmó.