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El Papa voz de los presos y exiliados ante la patrona de Cuba
LA HABANA (CUBA)- Benedicto XVI ya conoce de primera mano la devoción de los cubanos, incluso de los no creyentes, hacia la Virgen de la Caridad del Cobre. En su segundo día de visita al país caribeño, el Papa visitó el santuario de la patrona de la isla, de la que este año se celebra el cuatrocientos aniversario del hallazgo de su figura. En el saludo que dedicó a los fieles que le esperaban delante del templo, el Pontífice volvió a mencionar a los exiliados y a los presos.
«Hagan saber a cuantos se encuentran cerca o lejos que he confiado a la Madre de Dios el futuro de su patria, avanzando por caminos de renovación y esperanza, para el mayor bien de todos los cubanos», dijo. Cuando se arrodilló frente a la figura de la Virgen del Cobre para orar, el Papa pidió por los que «sufren», por los que están «privados de su libertad», «separados de sus seres queridos» o pasan «graves momentos de dificultad». En un gesto que le honra, también se acordó del vecino Haití, devastado hace dos años por un terrible terremoto del que todavía no se ha recuperado.
Tras visitar el santuario de la Virgen del Cobre, la «Mambisa», como la conocen los cubanos, Benedicto XVI voló desde Santiago de Cuba a La Habana, donde le recibió el cardenal Jaime Ortega. El Papa tenía previsto reunirse con el dictador Raúl Castro en el Palacio de la Revolución de La Habana. Se especulaba que en el encuentro, fijado a una hora posterior al cierre de esta edición, podría presentarse el retirado Fidel Castro.
El líder revolucionario se sabe al final de su vida, por lo que antes de morir quiere repetir la experiencia de encontrarse con el sucesor de Pedro que ya tuvo hace catorce años, cuando Juan Pablo II visitó la isla. Castro también podría acudir a la Eucaristía que el obispo de Roma presidirá hoy en la plaza de la Revolución José Martí de La Habana, en la que se espera una asistencia multitudinaria.
La otra Eucaristía del Papa en Cuba se celebró el lunes en la plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba ante alrededor de 200.000 personas. Durante su homilía, el Pontífice instó a los fieles a que se sirvan de la paz, el perdón y la comprensión para construir «una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor». También relacionó la religión con la fe, subrayando que Dios «no sólo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla». Sólo se alcanza la «verdadera libertad», advirtió, por medio de la «obediencia en la fe».
Al referirse a la misión que la Iglesia debe realizar en Cuba y en en todos los países, dijo Benedicto XVI que tiene que «abrir al mundo a algo más grande de sí mismo, al amor y la luz de Dios». A continuación hizo un llamamiento a favor de las nuevas vocaciones religiosas, diciendo a los cubanos que «vale la pena dedicar toda la vida a Cristo».
Durante la misa al Papa se le vio feliz pero también con expresión cansada. El calor húmedo de Santiago de Cuba y el esfuerzo del viaje parecen haber hecho mella en el Pontífice. Su salud, dicen los médicos, es buena, pero los 85 años que cumplirá el próximo mes no pasan en balde.
El saludo que dedicó al Papa antes de que comenzase la misa el arzobispo de Santiago de Cuba, Dionisio García, fue paradigmático de la posición que mantiene la jerarquía eclesiástica del país. García optó primero por exaltar el patriotismo y el orgullo cubano, afirmando que su pueblo «recela de toda injerencia foránea en nuestros asuntos» y que está comprometido en lograr un país «próspero, incluyente y participativo» para todos.
Incapacidad de diálogo
A continuación vinieron las críticas. Afirmó que hay una «pluralidad de criterios en la búsqueda de un futuro mejor» y lamentó que «el egoísmo, la incapacidad de diálogo y de respeto al otro, la presencia de intereses ajenos y la intolerancia» hayan provocado diferencias irreconciliables.
Entre los que participaron en la misa había cubanos de toda la zona oriental del país. Félix Rodríguez, que llevaba una camiseta con una imagen de Benedicto XVI y de la Virgen del Cobre, aseguró que la visita suponía para él un momento de gran «alegría y orgullo». «El Pontífice viene a confirmar nuestra fe y a revitalizar la espiritualidad, que tanta falta nos hace. Su mensaje nos fortalece. Hace que los cubanos nos mantengamos con fuerza y no decaigamos», explicó Rodríguez, quien había viajado a Santiago de Cuba con otros 40 fieles de Ciego de Ávila. Entre los asistentes había muchos jóvenes, como Gladis, Elisabeth y Roger, de 17 años. Unos creyentes, otros no, pero todos emocionados por recibir la bendición papal.
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