Cantabria
Devolver competencias
Colea aún el pulso entre las autonomías y el Gobierno a propósito de la abultada deuda, el descontrol del déficit y el caos actual de las haciendas regionales. La situación es tan extrema, que hay quien plantea una reconducción de la estructura territorial del Estado para convertirlo en algo menos costoso y más racional. Dicen ya abiertamente algunos presidentes periféricos que son partidarios de devolver competencias al Estado, para que se gestionen de manera conjunta desde la Administración central. No me parece mala idea. Algo habrá que hacer en ese sentido, pues el actual modelo es costosísimo, disgregador, de tendencia confederal, fomenta un planteamiento de «taifas» que hace muy complicado tomar decisiones conjuntas, y pone claramente en peligro la unidad de mercado.
La devolución de competencias que plantea, por ejemplo, Ramón Luis Valcárcel desde Murcia, puede ser sin más una manera de mantenerle el pulso al Gobierno de Zapatero. Pero no tiene por qué ser una idea descabellada, sino todo lo contrario, siempre y cuando se haga de forma voluntaria. Hacer 17 servicios regionales de Salud, con 17 políticas de compra de medicamentos, gestión de centros, tarjetas sanitarias, sistemas informáticos y todo lo demás, no sólo es más caro desde el punto de vista de la gestión de compras, sino que además es caótico porque se fomenta la desigualdad en las prestaciones entre comunidades. Y lo mismo que en Sanidad sucede en Educación o en Justicia, materias donde la gestión con criterios mínimamente uniformes se echa en falta a diario.
Es verdad que una crisis económica como la actual es dura y sus consecuencias dolorosas para todos. Pero a veces las crisis son también oportunidades. Para poner orden. Para eliminar lo superfluo. Para reducir costes. Y esta mega-crisis que nos golpea podría ser adecuada para racionalizar un modelo territorial que hicimos deprisa en los convulsos años de la Transición y cuyos resultados son mejorables. Particularmente porque en España sólo había una reivindicación autonómica real en Cataluña y el País Vasco, y por razones incomprensibles decidimos darle el mismo nivel de autogobierno político a territorios que nunca plantearon esa necesidad. Ni Murcia ni Cantabria ni La Rioja tenían interés en una Sanidad o Educación propias. Hubiera servido perfectamente la descentralización administrativa con una estructura de decisiones jerarquizada, es decir, que garantizara al Estado la potestad última de decidir, algo que ahora es imposible.
El planteamiento de devolución de competencias que hacen hoy algunos gobiernos regionales del PP me parece acertado. ¿Para qué 17 defensores del Pueblo, tribunales de Cuentas o consejos del Poder Judicial? Sería más que razonable que las autonomías que quisieran se pudiesen poner de acuerdo para que determinados servicios se resolvieran conjuntamente desde un órgano común. Nos ahorraríamos dinero y no se rompería la unidad de mercado, ahora en peligro de verdad. Las autonomías que no quieran, que se queden con su actual estructura. Igual es una manera de diferenciar al País Vasco y Cataluña de las demás, algo nada descabellado, y que podría poner fin también al afán de vascos y catalanes por ser diferentes.
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