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Fandiño da el paso de los elegidos
- Valencia. Novena de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de Fuente Ymbro, serios de presentación, el 5º como sobrero, encastado y con faena; áspero y respondiendo, el 1º; el 2º, con movilidad pero embistiendo por dentro; el 3º, rajado; el 4º, difícil; y deslucido, el 6º. Tres cuartos de entrada.- Diego Urdiales, de pizarra y oro, estocada, aviso (vuelta al ruedo); pinchazo, media (palmas).- Iván Fandiño, de verde y oro, estocada, aviso (oreja); estocada, aviso, dos descabellos (oreja).- David Mora, de negro y oro, estocada muy baja, aviso, dos descabellos (saludos); estocada (silencio).
«Un paso atrás y muere el arte, un paso adelante y puede morir el torero». El gran Pepe Alameda lo dejó por escrito, ayer Iván Fandiño lo hizo suyo. Cómplices todos. El impacto de lo que había pasado en el quinto (sobrero) nos dejó pensando. Haciendo cábalas de hasta dónde llega el valor. ¿Encuentra el límite en el cuerpo? El torero vasco había hecho la faena con mayúsculas de la feria. Ya era suya, una deslumbrante actuación que nos impedía retirar la vista del albero. Se movió Fandiño implacable al borde de lo trágico, con ese valor que da base al arte. Y se perfiló después, moviendo, asegurando el movimiento de la mano derecha, la que porta el acero. Y la suerte... No fue suerte. Iván Fandiño se tiró encima del Fuenteymbro. A matar o morir, no había medias tintas para salir de ese embroque. El toro lo manejó en el aire, le desplomó después, más de media estocada hería al animal de muerte. Fandiño, que se había llevado un golpe como para estar conmocionado, delegó en nosotros la aprensión. Ni gota de ella. Ni un resquicio. Todo lo había hecho Fandiño con la autenticidad que hace del toreo una cumbre inalcanzable. Memorable gozarla a través del torero vasco. Fue el único astado que acudió al engaño con profundidad, encastado y obedeciendo al toque. El resto de la corrida de Fuente Ymbro tuvo mucha movilidad, pero sin control, violenta, sin entrega, protestona... muy difíciles algunos ejemplares. Fandiño se puso. Punto. Y daba igual cómo fuera el toro. Así lo hizo en el quite por gaoneras, de no moverse, de fracasar si cedes un milímetro de espacio al toro. Llegaron algunas tandas de derechazos sublimes, estaba toda la emoción contenida en esa ligazón, esa seguridad, ese aplomo y esa incuestionable verdad. Toreó. No acompañó. No vistió el embroque. Citó al toro con los vuelos, se tragó las miraditas inquisitivas, encajó los riñones, caderas hacia delante y el toreo por la barriga. Tocado en el momento exacto. Sin concesiones. El toro se descomponía a la mínima que sintiera el engaño entre los pitones. Temple. Valor. Talento. Poder. Expresión. Todo cabía en una faena importante. Hasta en las manoletinas, revolviéndose el toro, imperturbable el torero.
La firmeza que tuvo con el segundo resultó inquebrantable. Se metía el toro por dentro una barbaridad. Pesaba en cada muletazo, venciéndose, aminorando espacios y con mucha movilidad. Transmitía. No cedió Fandiño ni en los pases cambiados por la espalda ni en la corajuda faena. Torerazo.
Diego Urdiales se tiró a matar muy de verdad con el primero, que midió mucho y se metía también por dentro. El viento reinó en esta faena y en la del cuarto, como a traición. Urdiales puso valor a las difíciles embestidas y no renunció a la pureza.
David Mora se las vio con el rajado y difícil tercero y con el mirón sexto, que ni arrancaba, sólo medía. Lo intentó Mora. Fandiño había eclipsado la tarde. Y la feria. Había dado un paso al frente, ése que sólo pueden alcanzar los elegidos.
- Bravura torista en Castellón
Cuadri y Miura ofrecieron casta y bravura en todos los tercios en el segundo duelo torista en Castellón. Octava de feria. Reses de Miura y Cuadri (4º, 5º y 6º), bien presentadas, bravas las tres primeras; más complicadas, las otras tres, la 2º, ovacionada. Rafaelillo, oreja y silencio; Javier Castaño, ovación y oreja tras aviso; y Serafín Marín, silencio en ambos. Media entrada.
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