Sevilla
OPINIÓN: Cambio de régimen
Cataluña anunció, un año largo antes del inexplicado vuelco de 2004, el nuevo tiempo político en la España post-Aznar, vale decir post-milagro económico. Mañana, sólo dos días después del último viernes negro de la Bolsa y del penúltimo aviso de los mercados a nuestra parcelita de euro, las elecciones autonómicas darán por amortizado a Montilla, esa calamidad, y a los grandes valedores de su política disgregadora: la progresía iletrada y el separatismo montaraz. Es sencillo, pese al cacareado «hecho diferencial» catalán, extrapolar el sentir del electorado de allá al conjunto del Estado. No en vano, ya dijo Borges que la diferencia entre los catalanes y los demás españoles era… ninguna, pero que los catalanes aún no lo sabían. Siguen sin saberlo. Total, que los catalanes otorgarán una amplia mayoría a un partido (a dos, en realidad) conservador, llámese de centro reformista o de cualquier forma que se les ocurra, para que pilote la salida de la crisis con la única receta de probada eficacia: el liberalismo y el adelgazamiento de la Administración. Es el camino trazado por nuestros hermanos mayores europeos y, por el contrario, he ahí el funesto contraejemplo de Obama. Desde hace tres legislaturas, Cataluña ha supuesto un antecedente fiable de las verdaderas primarias, las locales. Será barrido el tripartito y, en mayo, expulsados los socialistas de casi todas las alcaldías principales, incluida Sevilla. Unas municipales mandaron al exilio a Alfonso XIII en este país antes de caciques y ahora de barones. Los clarines del cambio de régimen atronarán en la Monumental de Barcelona en vengativo canto del cisne.
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