Estreno

Crítica de cine / «Gainsbourg vida de un héroe»: El esqueleto de una vida

Dirección y guión: Joann Sfar, según su novela gráfica. Intérpretes: Eric Elmosnino, Lucy Gordon, Laetitia Casta y Doug Jones. Francia/EE UU, 2010. Duración: 130 minutos. Biopic.

Crítica de cine / «Gainsbourg vida de un héroe»: El esqueleto de una vida
Crítica de cine / «Gainsbourg vida de un héroe»: El esqueleto de una vidalarazon

Género desagradecido, el biopic. Por mucho que sus practicantes quieran deshacerse de sus usos y costumbres, es difícil reventarlo por dentro. El debutante Sfar, más conocido por su trabajo en el campo de la novela gráfica, lo ha intentado sin éxito con la vida del «crooner» francés Serge Gainsbourg. Por un lado, su plan de innovación consiste en recolectar momentos estelares de su biografía como si fueran episodios independientes separados por grandes elipsis, lo que impide entender la evolución de un personaje tan complejo, al que, además, se le separa por completo del contexto en el que desarrolló su obra; por otro, la invención de un alter ego maquiavélico –que es prácticamente gemelo del fauno de Guillermo del Toro: no por azar lo encarna el mismo actor, Doug Jones, y en los créditos figuran los mismos responsables en el diseño de los efectos especiales– que funciona como oscuro Pepito Grillo de Gainsbourg se antoja forzada y prescindible. Lo que queda, pues, es el esqueleto de una vida. Excelentes acabados, un actor protagonista cuyo asombroso parecido con Gainsbourg parece cincelado con photoshop y la sensación de que se ha perdido una gran oportunidad de utilizar al cantante para explicar lo que su obra supuso para la realidad que le tocó vivir. A Sfar le interesa subrayar los tópicos del artista maldito –su alcoholismo, su dependencia de la prensa y de las cámaras, sus infidelidades– pero no sabe indagar en el papel que su música ocupó en la sociedad francesa pre y post-sesentayochista. El compositor de «Je t'aime, moi non plus» es algo más que el tipo feo y seductor que supo camelarse a la Bardot: es una figura capital para entender la música popular del siglo XX. Y eso, en este relato de una vida falsamente heroica, brilla por su ausencia.