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Quiénes son los bárbaros por Joaquín Marco

La Razón
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El Imperio Romano sobrevivió siglos rodeado e infiltrado por bárbaros (extranjeros o extraños) hasta que, decadente, fue invadido. Pero el mundo actual no rueda a la velocidad de otros siglos, quizá más oscuros, y se introducen de diversas formas hasta al corazón mismo del imperio estadounidense. Cuando un terrorista –no puede calificarse de otro modo– asesinó en Montauban y Toulouse a unos indefensos soldados o a un maestro y a unos niños judíos, los políticos franceses decretaron de inmediato la máxima alerta, porque estimaron que podría tratarse de alguien o algunos, entrenados para matar, próximos a una posible facción neonazi. No sería la primera. Se generalizó el temor, porque en el seno de la sociedad francesa pueden descubrirse signos de exclusión social y fracturas. La velocidad con la que su Policía descubrió y rodeó la casa de Mohamed Merah, detuvo a su hermano y concluyó que, al día siguiente, el terrorista se había propuesto continuar su personal exterminio, resulta admirable. Este joven de tan sólo veinticuatro años, francés de origen argelino, según parece, esgrime motivos para justificar su acción: el infanticidio palestino por Israel, la intervención francesa en Afganistán o la prohibición total del velo femenino en Francia. Aún antes de dar con él, se detectaron sus dos viajes a Afganistán y Pakistán, su posible paso, aunque desmentido, por la cárcel de Kandahar, su entrenamiento militar y varias detenciones por pequeños robos allí y en Toulouse. Su abogado refiere un último caso: conducir sin carné.

Se admite su radicalización yihadista y salafista y él mismo parece declararse miembro de una dispersa Al Qaeda que sigue infundiendo razonable temor. También España puede contar sus víctimas. Se nos ofreció el retrato de un fanático. Su adscripción favorecerá, tal vez, a la extrema derecha francesa a la puerta de las elecciones. Sarkozy y Hollande han rechazado utilizar este conmovedor desastre como motivo electoral, pero Sarkozy ya había aludido a un cierre de fronteras. Y las palabras nunca son inocentes, mucho menos en política. Aún es pronto para adivinar si esta conmoción nacional influirá en la votación de los franceses. Pero la candidata Le Pen estaba, vestida de riguroso luto, en la primera fila del funeral de los militares. Los cadáveres de los niños judíos fueron trasladados a Israel con el ritual de los mártires, víctimas de un denunciado antijudaísmo que, según Israel, se manifiesta de nuevo en Europa. Permanece el recuerdo imborrable de la tragedia del Holocausto. Pero las iniciales dudas nos llevan a advertir también de que bajo la Europa agitada por la crisis económica subyacen rechazos de toda índole. Hoy advertimos la presencia de otros «bárbaros» con los que convivimos. Hay quienes entienden todavía que hombres y mujeres no son iguales, que los seres humanos se diferencian según su lugar de nacimiento, vocación de pertenecer a una determinada religión, raza o nación, exista ésta o no en el mapa. Fue en su día Jordi Pujol quien dictaminó que era catalán quien vivía y trabajaba en Cataluña. Eran otros tiempos. Pero hasta el patriarca se ha radicalizado y cuenta más para buena parte de la juventud lo que separa «de Madrid» que lo que une, aunque existan siglos de historia y empresas comunes.

Merah fue detectado, sin embargo, hace cinco años por la Guardia Civil en la frontera, acompañado de otros tres hombres. Tal vez procedían de Cataluña. Por fortuna, los servicios de inteligencia, coordinados, no están ociosos. España, Cataluña o el País Vasco han sido siempre zonas de aluvión, de sucesivas inmigraciones. Convendría, pues, preguntarse quiénes deben considerarse hoy nuestros bárbaros o extraños y cómo es posible, si lo es, asimilarlos. Los autóctonos (o quienes creen serlo) se ven obligados a competir con los «otros» en el mercado laboral y en la vida diaria. Nuestras dificultades, creen algunos, son resultado de su presencia y no un problema propio. Cuesta admitir que aquel oasis de antaño no fuera tal y camparon en él la corrupción y el despilfarro. Pero en la actualidad los «otros» han logrado penetrar hasta el meollo del Imperio. Los estadounidenses tienden a encerrarse en sí mismos, porque perdieron la guerra en Viet-Nam, fracasaron en Irak y en breve tiempo dejarán Afganistán más o menos como lo encontraron. Asia les acecha. Ya no imponen su garrote en el sur del continente. Los hispanos van penetrando por los resquicios de sus fronteras. ¿Y qué sucede en el núcleo europeo más duro? Alemania necesitó la mano de obra turca y Francia, la de argelinos y marroquíes. Hay, pues, una legión de bárbaros de distinta naturaleza. Aquí, en un mundo globalizado y sin un euro, emergen viejos y nuevos fantasmas. Son otros los que nos sojuzgan y se apropian de nuestra creatividad. Porque somos, uno a uno, los mejores, aunque no acabemos de diagnosticar lo que sucede: caldo de cultivo para terroristas organizados o fanáticos solitarios.

 

Joaquín Marco
Escritor