Teatro

Crítica

Bolena pasado y presente

Temporada del Liceo «Anna Bolena», de Donizetti. Solistas: E.Gruberova, E.Garanca, G.Kunde, C.Colombara, S.Orfila... Dir. de escena: R.Durán. Dir. musical: A.Yurkevych. Coro y Orquesta del Liceo. 20-I-2011.

La Razón
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En plena crisis, nueva producción del Liceo para un título fuera del repertorio, como lo es «Anna Bolena», por mucho que la obra esté ligada a los inicios del teatro. Decorados mamotétricos que presentan la acción en dos y tres planos, vestuario atemporal y deslocalizado geográficamente si bien podría situar la acción en el presente en un remoto palacio de cualquier régimen totalitario y tercermundista. Indicativo de a lo que se ha llegado en las puestas escena es la importancia que cobran dos habitáculos simétricos a ambos lados del escenario desde los cuales la seguridad controla a través de cámaras cuanto sucede, se proyectan las fichas policiales de los condenados y Enrique VIII contempla los peces de su estanque. La producción, que impide la dirección actoral por falta de espacio, no aporta nada pero tiene a su favor el no molestar y permitir mucha agilidad en los cambios de escena, posibilitando un único entreacto. Se dice que viajará después a Zurich y que allí se grabará un dvd. Si es así, ¿por qué no en el Liceo?

Casi único argumento a favor de la costosa inversión en esta producción, con jauría perruna y figurantes disfrazados de pájaros de mal agüero, es su utilización como homenaje a Edita Gruberova, estrella queridísima en la casa, en lo que bien pudiera ser su despedida en un título completo. A sus 65 años, Gruberova no puede lógicamente conservar la frescura y facultades de juventud o madurez. Ciertamente, aún asombra en esas notas agudas proyectadas perfectamente y que suenan como cañones, sin embargo, pasa de puntillas por muchas partes de la partitura, perdiendo la dramaticidad de la música. Sucede así, por ejemplo, en la que debiera ser una escena impactante «¿Jueces para Anna?» y que no lo es, o en el mismo célebre dúo con Seymour. Me contaba hace un par de décadas Giulietta Simionato que uno de los momentos más inolvidables de su carrera había sido ese mismo dúo con Callas: «Yo, de rodillas, llorando, suplicando humildemente a Anna...». Esa emoción no existió con Gruberova y Elina Garanca. Pero la de Bratislava arrasó, con más de cinco minutos de ovaciones y gritos histéricos de fans dispuestos a desgañitarse, más otros trece al final, tras la traca de la cabaleta al cierre de la ópera. Si Gruberova puede considerarse ya pasado, Garanca es el rabioso presente, una mezo en la línea de grandes como Verret y con espléndida presencia escénica. Voz homogénea, bien timbrada y bien proyectada al servicio de una parte que no le es de lo más idóneo. Gregory Kunde resolvió satisfactoriamente el compromiso de sustituir al enfermo José Bros en un papel muy difícil al que apenas se recortó. Carlo Colombara cumplió como Enrique VIII con cierta palidez en el registro alto, correcta Sonia Prina como Smeton y Simon Orfila fue un lujoso Rochefort. Coro y Orquesta al nivel habitual. Una representación en homenaje a una inmensa Gruberova, aún grande en muchos aspectos pero casi en despedida, con los fervores que ello conlleva.