Castilla y León

OPINIÓN: Betania

La Razón
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Los monjes de Silos acabamos de inaugurar unas casas que llevan por nombre Marta, María y Lázaro. Las tres comparten el nombre de Betania, símbolo de la hospitalidad cristiana. Han sido levantadas al pie de la abadía y puestas al servicio de peregrinos, allegados y huéspedes diversos.
Con ellas se trata, ante todo, de cumplir el oficio más noble que un ser humano puede ejercer en el mundo: acoger a sus semejantes.
A Silos llegan gentes muy diversas, atraídas por la belleza en el canto y en la piedra. No pide nada esta belleza: sólo ser mirada. ¿Se verán reflejadas en ella las almas de tantos monjes y peregrinos como han pasado por Silos buscando sólo eso: una mirada acogedora?
Si la vida monástica tiene un valor universal creo que éste ha expresarse en una forma de mirar el mundo: sin juzgarlo.
Como está la belleza en la mirada del que la contempla, así el hombre ante el hombre. No se compuso el canto ni se labró la piedra en Silos para que los hombres se quedaran absortos en ellos.
Todo se ha hecho para que se rezara por las almas de aquellos a quienes debemos el patrimonio que ahora conservamos.
No buscaron la gloria del artista sino la oración de los hombres.
Ellos creyeron que, como dice un poeta, «se puede vivir de una sonrisa». De una sonrisa está llena Betania, morada de los amigos de Jesús, donde Marta se agobia y María escucha mientras Cristo dice sonriendo: «¡ay, Marta, Marta...!».
Todos, monjes y huéspedes, necesitamos volver a Betania, sentir que estamos en un lugar donde podemos respirar y pensar con libertad. Donde podemos amar. .