Cádiz
Javier Arenas: El eterno incombustible
Cerca de la sede madrileña del PP, existía un restaurante llamado El Horno de Santa Teresa. Allí cenaba muchas noches Javier Arenas Bocanegra, un joven de oratoria brillante y magnífica habilidad para las relaciones públicas. Procedente de las filas de UCD, deseaba un cambio sin traumatismos, por la senda liberal. En sus largas tertulias con algunos periodistas, Arenas solía invocar la paciencia teresiana como una gran virtud en política. Bien lo ha demostrado. Es uno de los pocos políticos en la brecha que ha sido «fraguista», «aznarista» y «marianista» con sobresaliente.
Aunque sevillano de adopción, su infancia radica en Ólvera, Cádiz. De niño, su padre le llevaba a la Sierra de Grazalema, uno de los lugares más lluviosos de España. Allí descubrió una Andalucía profunda, que le hizo entrar en política. En los primeros años del grupo parlamentario, Arenas formó parte de los llamados «cachorros» económicos del PP. Junto a Rodrigo Rato y otros muchos, hizo papeles para el área laboral. El destino le llevaría a ser ministro de Trabajo, secretario general y uno de los dirigentes con más peso en el partido. El propio Aznar bromeaba a veces al decirle: «Javier, tienes labia y también valía». Es de los pocos incombustibles de la «vieja guardia». El único en seguir al lado de Rajoy con plena confianza. Su larga mano ha colocado a muchos, movido piezas, jugando bien sus cartas. Como en el toreo, sabe templar y lidiar. En el coche, mientras atraviesa la tierra andaluza, le gusta escuchar a Camarón. Tiene, como en la copla, la fuerza del querer sin dejar, ni por un momento, la del poder.
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