España

Lo lamentaremos por Agustín de Grado

La Razón
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ETA nunca fue una mafia, aunque se comportara como tal. ETA fue y sigue siendo un proyecto político. De ambición totalitaria, espíritu marxista y la ruptura de España como objetivo. Durante 40 años creyó que con bombas y tiros en la nuca doblegaría la fortaleza de la nación para resistir a sus propósitos. Pero la determinación de los españoles para no ceder, para combatirla con toda la fuerza de la Ley y la decidida acción policial terminó arrinconándola. Agonizaba la banda, sin apoyo social ni financiero, con todos sus comandos cayendo como conejos, cuando un presidente rendido al pacifismo infantiloide concedió a los terroristas una oportunidad inesperada. ETA interpretó los nuevos tiempos de contemporización y no le fue difícil pactar con un Gobierno predispuesto a creer en la sobrevenida buena voluntad de quienes nunca la tuvieron y débil ante el chantaje. Ahora la bestia está a punto de alcanzar el poder político sin necesidad de más zarpazos asesinos. Se entiende la alegría del mundo proetarra expresada por Barrena: «Lo imposible parece imposible hasta que se consigue». ETA gana y España pierde. La democracia acoge en su seno a quienes buscan destruirla, y los españoles, con las víctimas al frente, arrastran su dignidad por los suelos con el triunfo de quienes ni se arrepienten de su historia salvaje, ni condenan el terror, ni disuelven su brazo armado. La legalización del partido de ETA y el desafío que abre al futuro de la nación española es la bomba de efecto retardado que un presidente visionario e irresponsable dejó en la mesa a su sucesor. Rajoy, volcado en la gestión de la crisis económica, no ha sabido o querido desactivarla. Pero la bomba se detonará. Y lamentaremos las consecuencias.