Hollywood

«Tsitadel»«Pa negre» y 12-O

La Razón
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Lo siento en el alma, pero el desfile del 12 de octubre contemplado hace unas horas me ha parecido una ceremonia desangelada y tristona marcada por el recorte presupuestario y el buenismo propio de un zapaterismo más zombi que agonizante. Podría alegar que los abucheos no han podido ser evitados a pesar de los esfuerzos de Carme Chacón y que, al menos, no pocos españoles estaban contentos porque les iban a dejar entrar gratis en los museos y pocas cosas resultan más gratas a mis conciudadanos que creer que les regalan algo aunque luego les cobren diez veces su valor. Meditaba con cierta desazón que el desfile no es si no un síntoma de lo que lleva pasando España desde hace mucho tiempo cuando, por rara asociación de ideas, se me han cruzado en la cabeza dos películas que he visto en los últimos meses y que aspiran a recibir el Oscar a la mejor película extranjera. Una, «Pa negre», es de producción española; la otra, «Tsitadel», es rusa. «Pa negre» es, fuera de los tópicos sobre la fotografía y el paisaje, una mala película. En ella se acumulan todos los tópicos retorcidos y maniqueos del pésimo y sectario cine español que llevamos sufriendo desde hace décadas. A decir verdad, su único aliciente es el hecho de haber sido rodada en catalán y es un aliciente porque no resulta habitual ver producciones en esa lengua y porque además podemos ver finalmente una pieza a cuya producción ha estado destinada una parte generosa de los impuestos que pagamos. Insisto. Como cine constituye un auténtico bodrio, pero tiene algún interés meta-cinematográfico. «Tsitadel», por el contrario, es una verdadera obra maestra. Su director, el ya oscarizado Nikita Mijalkov, ha tomado un episodio aislado de la Gran guerra patria –sí, los soviéticos llamaban así a la Segunda Guerra Mundial porque hay izquierdas e izquierdas– y ha construido un relato de extraordinaria dureza y, al mismo tiempo, de una ternura y un lirismo difíciles de igualar. En términos reales, la peripecia humana referida en «Pa negre» constituye una verdadera excursión de parroquia comparada con los horrores descritos por Mijalkov. Sin embargo, mientras que la película española discurre por el tremendismo más amargo y la regurgitación de rencores y resentimientos, la rusa ha logrado tejer un cuadro en el que destacan el heroísmo, la generosidad, el amor y la fe. La vida puede ser de una crueldad extraordinaria –Stalin y Hitler constituyen paradigmas de la perversión diabólica hasta la que puede descender el género humano– pero las almas que conservan un átomo de nobleza y altura moral saben mirar más allá. Es lo que no sabe –creo que ni siquiera lo pretende– conseguir «Pa negre» y quizá por ello no debería extrañarnos que de un contexto social semejante surja alguien como Carme Chacón, como el desfile recortado de ayer o como la desaparición de quirófanos en Cataluña a la vez que se doblan las subvenciones a los casals en el extranjero. Es, sin embargo, lo que consigue «Tsitadel» con una grandeza sublime que recuerda a Tolstói y a Solzhenitsyn. Por primera y única vez en mi vida siento no formar parte de la Academia de Hollywood. Pertenecer a la misma me permitiría dar el voto a la mejor película extranjera a la incomparable cinta rusa.Tempestad que, por su culpa y por la de sus aliados, va a descargar sobre toda España.