La crisis no es lo peor

Este reto y los que le rodean tendrán difícil arreglo si antes no afrontamos otras coherencias. Así me lo refería ayer mi amigo Rogelio. España debe solventar el desmadre territorial. España está perdiendo la sensación de país. Las autonomías no pueden ir cada una por su cuenta, el Gobierno central pierde poder y, lo que es peor, autoridad sobre sus homólogos regionales y los partidos se ciscan en la cohesión. España debe superar la inestabilidad, por no llamarlo inseguridad, jurídica. No somos de fiar por ahí fuera. Aquí se modifica la Ley de Cajas en cuestión de meses, la legislación fotovoltaica en menos de dos años, la propiedad de un apartamento junto a la costa puede ser abolida a voluntad de un Gobierno, un partido recurre al Constitucional cuestiones según de qué territorio se trate, las altas Magistraturas judiciales deciden atendiendo más a sus ideas políticas que a lo establecido por las leyes y el Tribunal Constitucional enmienda la plana al Supremo sin que la mayoría lo entendamos. España debe volver la vista a los valores. Coincido con mi amigo en la urgencia por dar prioridad a estos problemas como primera instancia. Sin su superación, probablemente será imposible el arreglo de esta crisis tan severa y trágica que nos corroe. A veces me da la impresión de que ni siquiera preocupan. Padeceremos las consecuencias. Así es la vida.