El Cairo

Arte callejero contra los tanques

Los graffiti se han convertido en Egipto en una herramienta de denuncia contra los abusos sobre la población que lleva a cabo la Junta Militar que gobierna el país tras la caída de Mubarak

Arte callejero contra los tanques
Arte callejero contra los tanqueslarazon

Un día, El Cairo se levantó con pequeños sujetadores de color azul eléctrico pintados sobre las paredes del centro de la capital egipcia: era otro acto de rebeldía, no sólo porque los graffiti están prohibidos, aquí como en la mayor parte de las ciudades del mundo, sino porque éstos se dirigen directamente contra la junta militar que gobierna Egipto desde la caída del ex presidente Mubarak en febrero de 2011.

Después de la revolución egipcia, los muros se llenaron de graffiti en contra del régimen derrocado y celebrando la libertad de expresión recién conquistada, pero a lo largo de los pasados meses el arte se ha centrado en denunciar los abusos cometidos en el nuevo Egipto, principalmente por los militares y muchas veces contra las mujeres. Los sujetadores son precisamente el símbolo del episodio de violencia más brutal y reciente sufrido por una de ellas: el pasado diciembre, una manifestante era golpeada y arrastrada por el suelo por varios soldados, dejando al descubierto su torso. El dibujo estilizado que representa la ropa interior de esa joven apareció junto a uno de los primerísimos y más conocidos graffiti en contra del Ejército: un tanque que apunta contra una bicicleta. Su autor es el egipcio Ganzir, que ha hecho un llamamiento a «destruir al consejo militar usando el arma del arte».

«Los graffiti han ido evolucionando según los desarrollos políticos en Egipto», explica la bloguera Soraya Murayif, que documenta el arte callejero en su bitácora «suzeeinthecity». «No diría que es un arma, pero sí una potente forma de concienciar y de denunciar», matiza.

Para Leila Maguid, una de las contadas mujeres que hace graffiti en Egipto, «el arte callejero es una lucha contra los militares, aunque no lleguemos directamente a ellos, pero sí a la gente». Esta estudiante de animación es la autora de uno de los graffiti más impactantes y que desafía directamente al Ejército, haciendo «desaparecer» uno de los muros de hormigón que la Junta ha levantado en El Cairo para defender los edificios gubernamentales y separar a los manifestantes de las fuerzas de seguridad en los varios brotes de violencia que se han ido repitiendo. Tras los enfrentamientos del pasado mes de diciembre junto a la sede del Parlamento y el Consejo de Ministros, dos arterias principales de la capital egipcia fueron cerradas al tráfico con bloques de cemento que imposibilitan también el tránsito de peatones, el comercio y la vida en el corazón de la ciudad. Leila dibujó una perspectiva de la calle Sheij Rihan, representándola como si el muro no existiera, devolviéndole así su ajetreo cotidiano. «La idea era hacer desaparecer el muro», dice Leila, y mirándolo desde un punto determinado –marcado en el suelo con una mariposa- parece que no existe. Leila explica que se sirvió de una fotografía de Sheij Rihan, anterior a la construcción del muro, y empezó a dibujar las aceras, el asfalto y los edificios. «No fue fácil porque no podía usar la regla para hacer la perspectiva, pero quería que fuera proporcionada y fiel a la realidad», aunque luego alguno de sus compañeros grafiteros añadieron componentes abstractos.

Ficción y realidad
Pintaron escenas de violencia entre la Policía y los manifestantes, y un niño subido en una bicicleta que parece mirar al otro lado del muro. «Cuando estábamos trabajando sobre la pared, ese niño pasó por ahí y lo retratamos así como lo vimos, por ello no está en escala», al igual que tampoco lo está un manifestante enorme que parece sacar del edificio contiguo una pila de libros, salvándolos del incendio que tuvo lugar en ese inmueble. La ficción y la cruda realidad se mezclan en un graffiti que, según Leila, es simplemente «una forma bonita de expresar rabia». Ahora mismo en Egipto «las mujeres están haciendo y protagonizando los graffiti», dice Murayif, «y el mensaje que consiguen mandar es potente», asegura la bloguera que pone como ejemplo un grafiti en el que se retrata a Samira Ibrahim, víctima de los conocidos como «test de virginidad», a los que varias manifestantes fueron sometidas en un centro de detención militar en la primavera del año pasado. Samira, la única que se atrevió a denunciar al médico militar que llevó a cabo la infame prueba –considerada una violación por los abogados de derechos humanos–, es retratada sonriente y con la cabeza en alto por encima de un grupo de pequeños soldaditos que parecen insignificantes junto a su coraje.

Los abusos son denunciados también en las galerías, y siempre de mano de las mujeres. La provocativa artista egipcia Nadim Hammam, que siempre retrata a mujeres desnudas a gran tamaño, se atreve ahora con el Ejército en su última obra, «Tank girl» en la que representa a una mujer a horcajadas de un tanque, que aparece más pequeño que ella, pero con un gran cañón que dispara ratas. «Pueden pegarnos, arrancarnos la ropa, gasearnos y someternos a test de virginidad, pero, al final, ganaremos», es el mensaje desafiante de Hammam.


El detalle
HISTORIA Y ARTE DE UN LEVANTAMIENTO

Cuando la revolución estalló en Libia el 17 de febrero de 2011, la rabia y el sufrimiento de 40 años de dictadura quedaron plasmados en los primeros graffiti que aparecieron en la plaza central de Bengasi, cuna y capital de la revuelta. En los muros y en el papel, los jóvenes que protagonizaron la rebelión escribían «Libia libre» y retrataban al coronel Muammar al Gadafi de forma ridícula y humillante. Siete meses después, la capital libia inaugura la primera exposición artística internacional tras la guerra, con la colaboración del Victoria & Albert Museum, en el marco de su ciclo de muestras denominado «Street Art» (arte callejero). En la galería Dar al Fagi, en la ciudad vieja de Trípoli, se pueden ver muchos de aquellos dibujos y grafitis desde los más sencillos a los más elaborados.