Estados Unidos
El desafío norteamericano
Más de un año de interminable periodo electoral, entre mítines, primarias y convenciones, llegó ayer a su fin en Estados Unidos. La primera potencia del mundo acudió de nuevo a las urnas para elegir entre dos modelos políticos y económicos con que afrontar uno de los momentos históricos más complicados y exigentes para el país y para la comunidad internacional. Tanto en el interior como en el exterior de las fronteras americanas, los problemas y las adversidades son hoy de primer orden y, por tanto, los desafíos consiguientes también. Como sucede con Alemania respecto de Europa, las posibilidades de recuperación de la economía mundial y las circunstancias en que se afronte la salida de la crisis dependen en buena medida de que el inquilino de la Casa Blanca sea capaz de poner en marcha la tremenda maquinaria económica, financiera, comercial y política del país. En ese liderazgo, en esa buena salud de las estructuras productivas norteamericanas, reside una de las claves de que la actividad mundial pueda encontrar la senda de los crecimientos económicos estables y de la prosperidad, y queden atrás los escenarios de recesión y empobrecimiento actuales. Hoy es preocupante que EE UU presente fragilidades que lastran sus posibilidades. No reconocer las dificultades de la herencia recibida por Obama hace cuatro años no sería justo, pero no asumir también que los resultados de las políticas del presidente demócrata han acentuado ciertos desequilibrios esenciales tampoco lo sería. EE UU tiene hoy un déficit un 151% mayor que en 2009, un paro elevado (7,9%), la inflación es dos puntos superior y el poder adquisitivo de una familia de clase media ha bajado un 8,2%. Esas estadísticas, esa realidad, son consecuencia de una política de tintes intervencionistas en la que el Estado se embarcó en estos años en una corriente de gasto y endeudamiento descomunales con la excusa de evitar un cataclismo cercano a otra gran depresión y que, también es cierto, permitió rescatar a la banca, poner en marcha una discutida reforma sanitaria que ampliaba la cobertura médica y salvar multinacionales como General Motors o Chrysler. Una política de incentivos y estímulos públicos que también ha detenido la destrucción de empleo desde hace año y medio y ha desembocado en un crecimiento económico moderado, aunque sostenido. Que Estados Unidos acierte es algo que nos conviene a todos. Para España es un socio estratégico y un aliado leal, con el que compartimos intereses esenciales. En Obama, España encontró una administración amistosa, accesible y comprensiva en tiempos tan convulsos y difíciles para nuestro país. Necesitamos que esa sintonía especial con Washington se mantenga y se refuerce. Nos irá mejor a todos.
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