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EE UU: elecciones en seis semanas

La Razón
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A los demócratas, desesperados, ya no les queda más esperanza que la volatilidad de la política americana en los últimos tiempos, cuyo mejor ejemplo lo tienen ahora atravesado en la garganta: su indigencia actual frente a la exuberante victoria de hace dos años. Los primeros meses todo fue arrogante conmiseración por los pobres republicanos en vías de extinción si no se izquierdizaban. Después indignación contra el partido del NO, que osaba oponer resistencia a la apisonadora legislativa de Obama. Ahora ya sólo queda algún que otro análisis izquierdista que valora el tsunami electoral con el que se enfrentarán el 2 de noviembre como un fenómeno pasajero porque las corrientes demográficas, supuestamente, trabajan contra los republicanos. Como con el marxismo, no se acierta respecto a esta tarde pero sí para los siglos venideros.

Ese férreo «no» ha resultado ser la bendición del partido de la derecha. Ha sido un rotundo «no» a leyes sumamente impopulares, sobre todo los costosísimos estímulos y la carísima reforma de la sanidad. Ese abrupto engrosamiento del estado que constituye la esencia del obamismo ha desencadenado una imprevisible y arrolladora reacción que lleva el nombre de «Tea Party», de profundas resonancias históricas. Pretende la vuelta a las esencias fundacionales, responsables, según su lectura, de la grandeza de la nación, y de las cuales ésta se ha apartado desde la época del segundo Roosevelt y el New Deal.

El clavo ardiendo de la volatilidad asomó efímeramente en las primarias de la semana pasada y puede haber abortado la tenue posibilidad de que los republicanos llegasen a tener una mayoría de dos en el Senado (51-49). Ya es bien difícil lograr el empate, pero la improbable victoria parece haberse convertido en imposible al elegir los republicanos de Delaware a una candidata con credenciales como activista del «Tea Party», pero poco presentable desde los demás puntos de vista, frente a un pretendiente del denostado aparato del partido, pero prestigioso y con la victoria en el bolsillo. El caso no es único, pero las primarias han mostrado una movilización de la derecha que dobla a la de la abatida izquierda. Eso debe asegurar que las pérdidas republicanas respecto a sus posibilidades actuales sean mínimas.