París

Enrique IV recupera la cabeza

Por fin la testa del rey galo Enrique IV podrá reposar en paz en la cripta real de la que fue arrancada convulsamente durante la Revolución Francesa.

Presenta dos rasgos conocidos del monarca, una lesión marrón con forma de seta de 11 milímetros sobre el orificio nasal derecho y un agujero en el lóbulo de la oreja derecha
Presenta dos rasgos conocidos del monarca, una lesión marrón con forma de seta de 11 milímetros sobre el orificio nasal derecho y un agujero en el lóbulo de la oreja derechalarazon

Un equipo multidisciplinar de diecinueve especialistas, encabezados por el forense y patólogo francés Philippe Charlier, ha autentificado el cráneo momificado del monarca después de que éste fuera encontrado hace poco más de dos años en casa de un jubilado que lo guardaba celosamente y en secreto desde 1955. La cabeza del soberano, que a su muerte en 1610 en pleno centro de París, y a manos de un fanático, fue embalsamado, conserva restos de cabello y de barba según la revista británica «British Medical Journey», que publica el estudio. Pero también toda una serie de signos distintivos, como una mancha oscura por encima del orificio nasal derecho o una lesión ósea en el labio superior, estigma de una tentativa de asesinato en 1594, que han permitido comparar la reliquia con los distintos retratos existentes de Enrique IV. Además, la prueba del carbono ha permitido fechar el momento del fallecimiento entre 1450 y 1650.


Sepultura profanada
Conocido como «el Bueno», fue el primero de la dinastía de los Borbones y, como el resto de sus antepasados, fue enterrado en la cripta real de la Basílica de Saint Denis, en las afueras de París, hasta que los revolucionarios profanaron, entre otras, su sepultura en 1793, y arrojaron el cuerpo a una fosa común pero decapitándolo previamente.

Desde entonces, el periplo de la real cabeza es todo un misterio. Durante más de un siglo pasó por las manos de distintos coleccionistas hasta que volvió a ver la luz en una subasta en la parisina casa Drouot en 1919, por la que un anticuario pagó la irrisoria cantidad de tres francos. Pero, ¿cómo llegó a parar a manos de su último propietario? Los detalles los revelará hoy el doctor Charlier, conocido como el «Indiana Jones de los cementerios», por sus investigaciones sobre personajes como Juana de Arco, durante la presentación, que tanto interés ha suscitado entre los estudiosos como pasión despierta en los reducidos círculos monárquicos que sobreviven en Francia.


Comer pollo los domingos
Enrique de Borbón (Pau, 13 de diciembre de 1553-París, 14 de mayo de 1610) fue rey de Navarra, fue conocido como Enrique el Grande (Henri le Grand) o el Buen Rey (Le bon roi Henri) y copríncipe de Andorra (1562-1610), está considerado por los franceses como el mejor monarca que ha gobernado su país, un hombre que intentó mejorar las condiciones de vida de sus súbditos. A él se le atribuye la frase: «Un pollo en las ollas de todos los campesinos todos los domingos», que simplifica su política de hacer feliz a su pueblo, no sólo con poder y conquistas, sino también mejorando sus vidas. Enrique IV fue coronado rey de Francia en la catedral de Chartres el 27 de febrero de 1594 e hizo su entrada en París ese mismo año. En 1598 firma la paz con España (Paz de Vervins), por la que Felipe II renuncia a intervenir en los asuntos franceses y reconoce la legitimidad del monarca.
El 17 de diciembre de 1600 se casó, en segundas nupcias, con la princesa italiana María de Médici, que le daría seis hijos, y el 14 de mayo de 1610 fue asesinado de dos puñaladas en plena calle cuando volvía de mantener una reunión con su ministro de Finanzas.