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Guerra espacial por los navegadores
MADRID- Con la caída del muro de Berlín en 1989 no sólo terminó la Guerra Fría; otra guerra, la espacial, también parecía desvanecerse. La NASA sacó toda su artillería con sus misiones de exploración, mientras los rusos se quedaban rezagados. Poco a poco redujeron su inversión en la carrera espacial. Sin embargo, la crisis y las nuevas necesidades han abierto la veda a una nueva batalla: la de los satélites de posicionamiento. Todas las agencias quieren tener su propia constelación para no depender del sistema que, hasta hace poco, mantenía la exclusividad de la navegación: el GPS. Google Earth, los dispositivos «Tom-Tom», las torres de control aéreas y marítimas... Todos usan los sistemas de geolocalización, por eso ningún país quiere descolgarse de esta fuente de control y de ingresos.
Ayer coincidieron dos nuevos lanzamientos: uno del programa norteamericano MUOS-1, cuyo objetivo es crear un sistema militar para mejorar las comunicaciones de sus Fuerzas Armadas, y otro puesto en órbita horas antes al otro lado del Índico: China lanzó el segundo satélite de órbita media (MEO), que busca completar los 12 satélites del programa Beidou-Compass. Eso sí, los chinos no tienen intención de compartir sus astros artificiales como hacen el resto de países en el ámbito civil. «En 2009, el país asiático acordó con Europa colaborar en el programa de satélites Galileo, ya que los europeos llevaban años intentando sacar adelante un proyecto ambicioso pero con poco presupuesto y numerosos problemas técnicos. Poco después de firmar el convenio, los chinos se descolgaron y un año más tarde lanzaron su primer satélite geostacionario (GEO)», explica Francisco Sáez Nieto, catedrático de Navegación y Circulación Aérea de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Aeronáutica de la UPM. Y es que la idea de que los chinos algún día gobernarán el mundo no es tan descabellada, como afirma Miguel Ángel Molina, director de Programas Arerospace de GMV, una de las empresas españolas punteras en tecnología de navegación espacial: «Estoy seguro de que los chinos llegarán a Marte antes que los estadounidenses, porque para ellos el espacio es poder, es una de sus máximas prioridades», asegura. Lo que diferencia al sistema Beidou del resto es su carácter regional. «En dos años podrían tener un sistema completo de 12 satélites», añade Molina. Pero poco o nada sabremos de su desarrollo, ya que mantienen su programa bajo estricto secreto. Sólo se conocen leyendas, «como que tienen una ciudad dedicada en exclusiva a programas espaciales cerca de Mongolia», comenta Miguel Ángel Romay, director de GNSS (Sistema Globales de Navegación por satélite) de GMV.
De los que se conoce casi todo, salvo su contenido estratégico, es de sus competidores: además del citado GPS y el europeo Galileo, los indios también han anunciado su interés por crear su propia constelación de satélites, mientras que los rusos le están dando un lavado de cara a GLONASS. «Un sistema de los primeros en crearse, en los años 80, pero que perdió interés. Sin embargo, desde que en 2001 su señal se abrió internacionalmente, se está rearmando», afirma el profesor Sáez. Tiene 21 satélites operacionales en órbita y es compatible tanto con GPS como con Galileo. Los nuevos modelos de teléfonos móviles lo incorporan, junto a la señal de los satélites de EE UU, para reducir el ratio de error. Los europeos, por su parte, van a la cola: «Buscaban un concepto tan original que al final se han quedado los cuartos», explica Romay. Y es que la crisis no ayuda al desarrollo del programa, sobre todo cuando los chinos invierten sumas con más de nueve ceros cada año. A pesar de los problemas que atraviesa su posible sinergia con GPS, podría «ser muy interoperable, es decir, favorecería mucho a usuarios europeos y estadounidenses», apunta el catedrático.
España aporta cada año 200 millones a la Agencia Espacial Europea (ESA). Una cifra insignificante, ya que el coste total que se estima para Galileo es de 7.000 millones. Pero no todo es la navegación: España presentó el año pasado los satélites Ingenio y Paz que forman parte del Plan Nacional de Observación de la Tierra (PNOT). El segundo se lanzará a finales de este año e Ingenio en 2014. Los dos se sumarán a las más de 6.000 toneladas de «chatarra» espacial que gira alrededor del planeta azul y que no sólo permanecen muertos más allá de la atmósfera, sino que también han causado varios incidentes. El último, hace menos de un año, cuando un fragmento de un satélite meteorológico desactivado hizo peligrar la órbita de la Estación Espacial Internacional. «Más o menos la mitad de la basura espacial que tenemos en órbita proviene de lanzamientos anteriore a 1991», asegura Claudio Bombardelli, investigador Ramón y Cajal de la UPM. Sólo en satélites de posicionamiento en órbitas medias, se contabilizan 62.
Terminar con la «chatarra»
El profesor Bombardelli y su equipo de la UPM, gracias a la ayuda financiera de la ESA, ha diseñado el programa para terminar con la basura espacial. El sistema se basa en el lanzamiento de un chorro de iones por parte de un satélite activo a uno muerto, para desplazarloa órbitas más bajas. «Con este método no hay riesgo de colisión», afirma el experto.
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