Murcia
Carlos Valcárcel Mavor
Con la muerte de Carlos Valcárcel Mavor me he quedado un poco huérfano. Fue el colega profesional más leal que he tenido. Gracias por tu amistad, compañía y los vinos en el «Yiyi». Carlos ha muerto dulcemente, como él quería y en paz consigo y con el resto del mundo, rodeado del amor inquebrantable de los suyos y de sus amigos. Ha muerto con las botas puestas, como él deseaba, lúcido y trabajando a sus 89 años de edad. Su último artículo «Familias Festeras», publicado el domingo en LA RAZÓN, hablaba con orgullo de la tradición suya y de toda su familia por Los Coloraos, por las peñas huertanas, por la Cofradía del Santo Sepulcro y así un largo etcétera, que les conectaba con las tradiciones murcianas de más profundo raigambre. Carlos fue un buen esposo, un buen padre, un buen murciano y un buen amigo, además de un excelente profesional. Nos deja su obra, extensa obra, y su inigualable amor por Cartagena, de la que solía decir ser el más cartagenero de todos los murciano. Mis ojos se empañan al escribir estas líneas y en LA RAZÓN queda prendida su elegancia y finura. El cronista de Murcia será desde hoy el cronista de Dios, donde seguro se apunta a trabajar en cuanto llegue, porque Carlos Valcárcel era hombre de fe. No te olvidaré, no te olvidaremos y tu entrega es motivo de ejemplo para las nuevas generaciones de periodistas. Las Crónicas Murcianas que escribías para nosotros se han quedado también huérfanas y el título de esta columna lo reservaremos siempre para tí, aunque sé que no te hubiera importado que otro lo ocupara.
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