Moncada
Nuria Roca: «Ahora mismo no invitaría a ningún político al fútbol»
Nací en Moncada, Valencia, en 1972. Estoy casada, tengo tres hijos y me siento muy orgullosa de mi rebaño. Alardeo de no arrepentirme de nada porque de todo aprendo. Perdono, pero me cuesta olvidar. Valoro la sinceridad, la honestidad y el sentido del humor y detesto la prepotencia.
–Creía que en este país había que ser deportista para caer bien, pero también hay presentadoras de televisión que lo consiguen como usted, ¿a qué se debe?
–Bueno, por lo que la gente me dice, a la naturalidad. Intento ser cercana.
–¿Estudiar una carrera como la de aparejadora y luego dedicarse a la comunicación en todas sus vertientes es como entrenar para ser nadador y acabar siendo futbolista?
–Hombre, el paralelismo es maravilloso, pero me parece más complicado lo de prepararse para nadador y acabar siendo futbolista, pero estaría bien...
–Ha metido goles en la tele, en la vida y en la literatura con un libro de sexo («Sexualmente el libro que tu chic@ no querrá que leas»), una novela de las más vendidas de su año («Los caracoles no son caracoles») y una segunda escrita a medias con el propio marido («Para Ana de tu muerto»), ¿cómo logra hacerlo todo bien?
–Yo creo que el mérito es hacer pensar que todo está bien hecho, porque hay cosas que no lo están. Pero, por suerte, la gente tiene memoria selectiva, por naturaleza somos buenos y nos acordamos de lo mejor.
–Seguro que hasta le gusta el fútbol...
–Pues mira, me gustaba más antes, ahora me aburre un poco, pero soy del Valencia.
–¿Como su marido?
–No, mi marido es merengue, merengue. Él es madrileño y tenemos hijos que son del Madrid, del Barça y del Valencia. Tenemos de todo.
–Confiese que se hubiera muerto por casarse con un tenista…
–Pues mira, era absoluta fan de Ivan Lendl. Esto me retrata en cuanto a la edad, pero me encantaba Lendl, y esos partidos de McEnroe y Lendl los veía incluso cuando llegaban a estar seis horas jugando.
–Pero veía la pelota, no a los tenistas...
–Yo lo veía todo, ya desde pequeña.
–Vamos a lo importante: ese cuerpo suyo, ¿se debe al deporte?
–Ya me gustaría ser disciplinada en el deporte, pero no. Se debe a una dieta muy estricta, a castigarme y de vez en cuando a obligarme a ir al gimnasio, intento salir a correr, pero hace tiempo que no voy.
–La gente ha salido a la calle a gritar «Democracia real, ya» antes de las elecciones, pero si democracia no hay ni en los campos de fútbol, ¿no?
–En cada sector entendemos la democracia de una forma, pero creo que está bien que la gente se mueva, que se manifieste y que se exprese.
–Por cierto, ¿con que político se iría a ver un partido y se divertiría ahora que han pasado las elecciones?
–Pues mira, ahora mismo soy de las que está bastante enfadada con la clase politíca, es decir, los dirigentes me aburren soberanamente y me decepcionan. Habrá excelentes profesionales y maravillosas personas, pero hasta que no encuentre alguno que realmente me guste no los voy a invitar al fútbol.
–¿El matrimonio que escribe unido hace deporte unido?
–Pues alguna que otra vez, aunque suene mal, me he ido a correr con mi señor esposo. Lo que pasa es que él va más rápido y le he dejado que vaya vía libre.
–Y digo yo que ustedes, que son un matrimonio modélico, inculcarán también a los niños «mens sana in corpore sano».
–Sí, los nanos hacen un montón de natación en el colegio y en un club que tenemos cerca de casa y, en la calle, montan en la bici, patinan…
–¿No le parece que por la tele pululan muchos cuerpos sanos que parecen no tener sana la mente?
–Pues sí, hoy en día se ven cabezas muy poco sanas en cuerpos divinos, muy musculazos.
En primera persona
«Nací en Moncada, Valencia, en 1972. Estoy casada, tengo tres hijos y me siento muy orgullosa de mi rebaño. Alardeo de no arrepentirme de nada porque de todo aprendo. Perdono, pero me cuesta olvidar. Valoro la sinceridad, la honestidad y el sentido del humor y detesto la prepotencia. Soy enfermizamente optimista, muy cabezota y amiga de mis amigos. A una isla desierta me iría sola, sin marido ni hijos y me llevaría un buen libro, buena música y una buena crema solar. El único alcohol que me gusta y disfruto mucho es el vino, y más si lo acompaño de cualquier tipo de queso, que me encanta. Me calzo siempre primero el pie izquierdo. Antes soñaba mucho con toros y ahora con que vuelo, como si estuviera nadando. De mayor me gustaría ser feliz y si volviera a nacer volvería a ser yo misma, que me quiero mucho».
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