Francia

El Papa previene contra una vida pública sin Dios

Benedicto XVI ha llegado a uno de los países más secularizados de Europa a prevenir de los peligros de la secularización. No es la primera vez: ya lo hizo en Francia con notable éxito. Y ayer contó con la inestimable ayuda de la reina Isabel II de Inglaterra, que no sólo le recibió con los mayores honores en el Palacio de Hollyroodhouse en Edimburgo, sino que con su discurso mostró la sintonía que hay entre dos líderes (él de 83 años; ella de 84), que han vivido mucha historia.

El Papa previene contra una vida pública sin Dios
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La Reina recordó, por ejemplo, que ha mejorado la situación en Irlanda del Norte y que han caído los regímenes totalitarios y después, como contradiciendo a los portavoces del ateísmo agresivo que acusa a la religión de ser causa de todos los males, afirmó: «Todos conocemos la especial contribución de la Iglesia católica para con los miembros más desfavorecidos de la sociedad», recordó que «la religión siempre ha sido un elemento esencial de nuestra identidad nacional» y animó a la cooperación entre religiones señalando que «la reconciliación fue un elemento clave en la vida del cardenal Newman», a quien beatificará el Papa el domingo.

Benedicto XVI, ya en su primer discurso, mostró las ideas principales que quiere transmitir en este viaje, no sólo a los británicos, sino a todo el mundo anglohablante: que el cristianismo ha sido siempre una fuerza para el bien, que los católicos y otras confesiones pueden y deben colaborar y que el secularismo radical pone en peligro la dignidad y libertad de las personas.

Alabó el ejemplo de tres famosos protestantes británicos, gente de fe sincera: el político William Wilberforce, que acabó con la trata de esclavos; el explorador y misionero escocés David Livingstone, y la enfermera Florence Nightingale. Recordó que «Bretaña y sus líderes se mantuvieron firmes contra la tiranía nazi que quería erradicar a Dios de la sociedad y negaba nuestra humanidad común a muchos, especialmente a los judíos, que presentaba como no aptos para vivir». En un guiño al cristianismo protestante aludió a «la actitud del régimen con los pastores y religiosos cristianos que dijeron la verdad con amor, se opusieron a los nazis y pagaron con sus vidas. Al reflexionar en las lecciones del extremismo ateo del siglo XX, no olvidemos nunca cómo la exclusión de Dios, la religión y la virtud de la vida pública lleva, al final, a una visión truncada del hombre y de la sociedad».

Insistiendo aún más, añadió: «ojalá el Reino Unido mantenga siempre su respeto por esos valores tradicionales y expresiones culturales que formas más agresivas de secularismo ya no valoran o ni siquiera toleran».

Transmitido el mensaje verbal, el Papa pasó poco después al lenguaje de las imágenes, al ponerse una bufanda de diseño «tartan» escocés. Alrededor de Holyrood (nombre que, recordó el Pontífice, alude a la «Santa Cruz» de Cristo) unas 125.000 personas, según la Policía, agitaban banderas escocesas y vaticanas con motivo de la fiesta de San Niniano, primer evangelizador de Escocia, mientras los gaiteros tocaban «Highland Cathedral» y un inacabable repertorio de clásicos celtas. Los obispos escoceses regalaron al Papa, precisamente, un facsímil de los manuscritos de San Beda el Venerable, el primer historiador que escribió acerca de San Niniano. Si el pueblo salió a la calle con entusiasmo en Edimburgo, donde los católicos no llegan al 8%, más cálida aún fue la recepción en la región de Glasgow, donde suman hasta el 28% de la población, descendientes la mayoría de inmigrantes irlandeses.

Siete cirios y latín

A la misa en Bellahouston Park acudieron unos 65.000 personas. Abundaban las banderas irlandesas y de otros países. Sobre el altar estaban los siete cirios que Benedicto XVI habitualmente pide colocar en sus ceremonias públicas. Usó el latín en la mayor parte de las oraciones invariables de la misa. En la homilía recordó cómo Cristo manda a sus discípulos a proclamar su Reino y llevar la paz al mundo «empezando casa por casa, familia por familia, pueblo a pueblo». Animó a los católicos a seguir rezando y trabajando con «confianza con los miembros de la Iglesia de Escocia, la Iglesia Episcopal Escocesa y otras», por un futuro «basado en nuestra común herencia cristiana».

Después animó a evangelizar la cultura, algo necesario ante «una dictadura del relativismo que amenaza con oscurecer la verdad perenne sobre la naturaleza del hombre, su destino y su bien último». Y añadió: «Hay algunos que ahora buscan excluir la creencia religiosa del discurso público, privatizarla o pintarla como una amenaza a la igualdad y la libertad. Pero la religión de hecho es una garantía de libertad auténtica y de respeto, llevándonos a ver a cada persona como un hermano o hermana».

Por los curas aislados

El Papa también se dirigió a los obispos escoceses, pidiendo que cuiden especialmente a aquellos sacerdotes que están más aislados en este país rural, y que sean «padres y guías en santidad» para los diáconos.

A los jóvenes los previno de la falsa felicidad de las «drogas, dinero, sexo, pornografía y alcohol». Y acabó con una bendición en gaélico escocés: «Sith agus beannachd Dhe dhuib uile», «la paz y bendición de Dios estén con vosotros».