Andalucía

Rubalcaba en la cuenta atrás

La Razón
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Alfredo Pérez Rubalcaba ha tenido que admitir, tras la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, que ya no sigue siendo dueño de su tiempo político. La presión interna, agudizada por los malos resultados electorales de Galicia y Andalucía, y la cuestión territorial, llevada a la primera línea de batalla por el desafío independentista de Artur Mas, le obligan a aceptar un cambio en el calendario y adelantar la celebración de las primarias del partido para elegir el próximo candidato a la presidencia del Gobierno de España. Aunque aún no hay fecha, todo apunta a que tendrán lugar durante el año 2013, antes de las elecciones europeas. Es la salida más lógica para superar la crisis de credibilidad que atraviesa el PSOE y no prejuzga la labor del actual secretario general, que mantendrá intactas todas sus prerrogativas hasta la convocatoria, pero que no tendrá más remedio que aceptar que su oportunidad ha pasado. Es –nos atrevemos a decirlo– una buena noticia para el conjunto de España puesto que el desvanecimiento político de los socialistas, que ya es algo más que una hipótesis, acabaría por traducirse en la fragmentación de la izquierda, con la aparición de grupos más radicalizados, y en un refuerzo de los nacionalismos excluyentes.
Para abordar este proceso, Alfredo Pérez Rubalcaba ha pedido a los barones del partido una colaboración leal, que mantenga las críticas dentro de los cauces del debate interno. Es una demanda legítima para quien se aviene a poner en cuestión su liderazgo, pero se equivoca si lo que pretende es imponer una ley del silencio que escenifique una uniformidad, que no existe. Porque uno de los principales problemas del PSOE actual, y así se ha reconocido en la Ejecutiva Federal de ayer, es la pérdida de la sintonía con la sociedad española, lo que le obliga a un ejercicio de mayor transparencia y claridad en sus propuestas políticas si quiere recuperar la credibilidad entre los votantes. En este sentido, la prioridad sería el reconocimiento de que se ha desdibujado como un partido de proyección nacional en el que coexisten a duras penas conceptos ideológicos dispares, cuando no francamente contradictorios. Por ejemplo, el modelo de vertebración del Estado, cuestión que no es nueva, pero que se ha puesto en evidencia ante las próximas elecciones autonómicas de Cataluña, donde parece casi imposible encauzar las ambigüedades del PSC, con su candidato, Pere Navarro, haciendo equilibrios en el alambre. En definitiva, Pérez Rubalcaba tiene la obligación de preparar la transición del PSOE de la manera más constructiva y rápida posible. Una transición que debe estar abierta a las nuevas corrientes, ahogadas hasta ahora por un aparato impenetrable.