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Ideología por Sabino MÉNDEZ
No tengo grandes ideas. De hecho, desconfío de las «grandes ideas» y también de los «grandes hombres» que, en general, suelen ser chiflados que quieren vendernos alguna panacea. A mí me gustan las ideas pequeñas y útiles que pueden ser operativas y practicables.
Como se pueden imaginar con lo que les cuento, jamás se me ocurriría caer en la petulancia de poseer una ideología o inútil armatoste de ese tipo. Las cosas me parecen más simples. A mi modo de ver, para intentar conducirse de una manera sensata en la vida hay que enfrentarse a cualquier plan de acción propuesto con tres preguntas: ¿Es justo? ¿Es razonable? ¿Es posible? Con esas simples preguntas se puede llegar muy lejos. Cuando las contestamos honradamente, sin elementos de deshonestidad y simulación, todos los paisajes se aclaran muchísimo. En este momento, en que todos los políticos de este país corren como pollos sin cabeza, intentando hacernos creer que han imaginado soluciones para un problema sobrevenido que ni siquiera ellos han podido controlar, creo que no estaría de más proponerles que renunciaran (todos) al asunto de la ideología.
La ideología, al fin y al cabo, no es más que mero pensamiento simbólico: una manera de imaginar el mito administrativo. Por tanto, su medio natural es el futuro. Y no está de más recordar que el futuro es el lugar dónde se proyectan la mayor parte de los defectos humanos. El recuerdo, la gratitud, el aprendizaje, la experiencia y la poesía están siempre proyectados a hechos que nos han sucedido en el pasado. El amor, la sensualidad, la vitalidad, la percepción y la conciencia aparecen con respecto al presente que nos atraviesa. Pero el miedo, la ansiedad, la avaricia, la agresividad se dan siempre mirando a un futuro. Evitemos añadirles, pues, la siempre desafortunada ideología.
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