Bruselas
La burocracia de los terrones por Antonio PÉREZ HENARES
Pocas cosas contienen más burocracia como un terrón. No digamos ya una retama. Y si lo que emerge en el antaño labrantío y ahora yermo terruño es un plantón de un chaparro ya pueden ustedes ir investigando legislación hasta llegar al Código de
Hammurabi. Sobre el campo español ha caído tal cantidad de leyes, decretos, disposiciones, normas, reglas y reglamentos que hoy, antes de subirse al tractor, hay que sacarse antes el doctorado en Derecho. Resulta sorprendente ver lo que nuestros campesinos saben de leyes y legislaciones. Vamos, que en vez de hablar del tiempo y de si va a llover, ahora hablan de directivas europeas.
Leyes de Bruselas, nacionales, autonómicas, lo que diga la diputación y lo que marque el ayuntamiento. Cinco administraciones metiendo baza y en muchas ocasiones liándola parda con diferencias de criterio y hasta flagrantes contradicciones. Y debajo de la pirámide, el labrador, el terrón, el surco, la retama y la reguera. Pobres. Luego están quienes la Administración ha puesto sobre el asunto. Y ésa es otra. Los hay, mayoría por fortuna, que entienden que su misión es de ayuda, de colaboración, de servicio al hombre del campo. Son necesarios, imprescindibles en ocasiones. Pero hay otros, sea por las directrices de sus mandos o por sus propias actitudes, que se han investido de algo así como sheriff de Nottingham y que consideran que aquello les pertenece, y que labradores y ganaderos, y ya no digamos apestados pescadores o cazadores, son unos intrusos nocivos que es necesario expulsar cuanto antes para que se retorne al Paraíso Terrenal impoluto de corruptos y contaminantes humanos, excepto ellos, claro, los ángeles guardianes. La humildad es esencial cuando ante la tierra estamos. Por parte de todos. Más de los recién llegados. Un respeto a los que llevan allí generaciones incontables y milenios. Algo sabrán, digo yo, al respecto. Además de leyes.
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