Michelle Obama: «A veces no me siento querida por Barack»

Es una de las primeras damas más espontáneas y naturales que conocemos. Hemos podido ver a Michelle Obama bailando con su marido después de que fuera elegido presidente de Estados Unidos, haciendo flexiones, abrazando a Isabel II o poniendo el árbol de Navidad con sus hijas. Pero una vez más, nos ha sorprendido. La mujer del mandatario norteamericano ha vuelto a mostrarse tal y como es en la revista italiana «Chi», donde ha relatado cómo es el día a día junto a Barack. De hecho, su sinceridad le jugó una mala pasada cuando confesó que «de vez en cuando siento que mi marido no me quiere». Al darse cuenta del bombazo que podrían suponer estas declaraciones, Michelle se apresuró a decir que sólo se planteaba estas ideas cuando estaba baja de ánimos: «Al hablar con él ya me siento segura y me doy cuenta de que en realidad, me adora».

Lo cierto es que el matrimonio Obama apenas tiene tiempo para estar juntos, debido a la apretada agenda de trabajo que tiene el presidente estadounidense, aunque ella asegura que se esfuerzan para estar juntos al menos un hueco cada día: «Cenamos a las 18:30, hablamos media hora con las niñas y luego ellas sacan al perro», cuenta Michelle. Mientras tanto, comenta con su marido la situación del país y después se va a la cama «siempre antes que él. Después él me arropa, apaga la luz y seguimos hablando». La primera dama norteamericana añadió que una de las pasiones que le une a su marido es la música, y éste ha demostrado sus cualidades como cantante en más de una ocasión. «A veces canta dando vueltas por la casa y no puedo conseguir que pare».

Apoyo incondicional
Lo que está claro es que Michelle está ayudando a su marido en todo lo que puede durante su campaña por las elecciones norteamericanas que se celebrarán en unos meses. Hace tres días, durante un mitin en Miami ante 3000 personas, la primera dama definió a su marido como «un hombre extraordinario» y resaltó el esfuerzo que está haciendo Obama para defender la estabilidad de la clase media, refiriéndose a la promesa de «una jubilación digna» que permita mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, porque «ese es el sueño americano».