Andalucía
Y ahora a trabajar por César Vidal
El jueves por la noche, en un descanso de la tertulia de Economía de «Es la noche de César», intercambié impresiones con Francisco Aranda sobre las elecciones andaluzas. Aranda es uno de los mayores expertos en empleo que se pueden encontrar en España, y, por añadidura, es andaluz. Yo no soy andaluz, pero siento una especial querencia por Andalucía, una tierra maravillosa que he recorrido en multitud de ocasiones y donde he ubicado no pocas –quizá las mejores– de mis novelas. Tanto Francisco como yo teníamos serias dudas de que el PP fuera a ganar las elecciones andaluzas. Ambos, por añadidura, habíamos distado mucho de manifestar el entusiasmo de tantos españoles que pensaban que el PSOE se vería desalojado del poder antes de rebasar holgadamente el récord de Franco. Aludiendo a razones como la tupida red clientelar socialista o a esa manía del PP por perpetrar campañas de perfil más subterráneo que bajo, he de decir que ni Aranda ni yo nos equivocamos. Y aquí estamos, a día de hoy. El PP sigue teniendo dos tareas fundamentales de cara al futuro, a saber, evitar el desmembramiento nacional anunciado por el vástago de Pujol y por Bildu, y lograr que España no se precipite, tras la presente recesión, en la bancarrota. Hasta ahora, su política al respecto ha sido más bien blanda y, seguramente contraproducente, y la razón que se daba era el deseo de no asustar al elector andaluz. Pues bien, las elecciones andaluzas han pasado, el PP ha perdido cuatrocientos mil votos en relación con los que recibió en las generales y las tareas siguen pendientes. Con una Italia más que decidida no sólo a hacer los deberes sino a dejarnos como Rufete en Lorca; con unos sindicatos descerebrados y unos nacionalistas enloquecidos, el panorama es sombrío. Naturalmente, el PP puede optar por la línea blandengue y rendirse ante esas castas privilegiadas llamadas UGT y CCOO; dar barra libre a las CCAA –¡ya sólo Cataluña es el treinta por ciento de la deuda total!– para que acaben de arruinarnos y buscar hasta el entendimiento con Bildu. Puede optar por ello, pero el resultado sería catastrófico. En estos momentos, su única salida es mantener su más que moderada reforma laboral contra viento y marea; tascar el freno a las CC AA y ayuntamientos hasta el punto de permitir su quiebra si siguen excediéndose y presentar unos presupuestos de una austeridad propia de los puritanos. Si, de la manera más enérgica y resuelta posible, no sigue esa segunda senda, es más que posible que no lleguemos a Navidades sin entrar en suspensión de pagos. De modo que no estaría mal que los estrategas de la derrota andaluza dejaran de vivir en Matrix y permitieran a la gente que vale del PP ponerse a trabajar.
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