Disturbios
Un desalojo y otro desafío
La Policía expulsa a 103 «okupas» del Hotel Madrid y del teatro Albéniz. Tenían armas blancas, marihuana, animales y PlayStation. Por la tarde, un millar de «indignados» volvió a cortar el tráfico en una marcha ilegal desde Gran Vía a Atocha
MADRID- «Tío, he logrado bajarme al "txisco"–un conejo blanco en una jaula desarmada–, pero la PlayStation de "El Antonio", la tele, los altavoces y sus zapatillas nuevas se han quedado arriba. Bueno mira, me da igual, yo pienso volver». El olvido y la amenaza es de uno de los 103 «okupas» que ayer fueron desalojados por la Policía Nacional del Hotel Madrid, ocupado desde el 15 de octubre, tras una manifestación «indignada», así como el Teatro Albéniz, al que los «okupas» accedieron unos días después a través de un túnel que comunica estos dos inmuebles, propiedad del Grupo inmobiliario Monteverde.
Desde ayer, el pasadizo, así como las puertas y ventanas de ambos edificios, está tapiado con ladrillo y cemento gracias a una orden de desalojo emitida por el Juzgado número 39 de Madrid. Un auto que ha tardado un mes y 17 días (desde que Monteverde interpuso una denuncia por allanamiento), pero que sirvió ayer para desalojar el hotel y el teatro, que sufrió un incendio en el sótano hace unos días.
Duplicados en 50 días
Una veintena de furgonetas y unos 200 agentes entraron a las siete de la mañana con mazas en los inmuebles. Si cuando «tomaron» el hotel eran 50 «okupas», ayer superaban el centenar (93 en el hotel y una decena en el teatro) y según declararon algunos a la Prensa, entre ellos había incluso niños. Los agentes les sacaron de «sus» habitaciones, les identificaron y les dejaron unos minutos para vestirse. «La mayoría estábamos en pijama, pero a muchos les ha pillado en pelotas», según la recreación de la escena realizada por una de las «indignadas» del Albéniz. Hubo diez detenidos: nueve por estancia irregular, es decir, por infringir la ley de extranjería; y otro, por un delito contra la Salud pública, al presentarse como dueño de ocho plantas de marihuana encontradas por la Policía en el último piso del Albéniz. Al resto se le imputará un delito de usurpación, en este caso, de un bien inmueble.
Sin embargo, ayer no había ni rastro de preocupación en los rostros de los desalojados. Quizás porque este delito tiene una pena máxima de multa de tres a seis meses y sólo se condena con prisión –de unos a dos años– en los casos en los que en la ocupación se hiciera con «violencia o intimidación en las personas». Por lo que sólo aquellos que tienen antecedentes podrían acabar en la cárcel.
De hecho, a excepción de una treintena, que fueron trasladados a la Brigada Provincial de Información para comprobar sus identidades, el resto se fueron con sus enseres (les dejaron subir a recogerlos) hacia la Puerta del Sol. Junto con la consola de videojuegos, el equipo de televisión y el conejo con su jaula, los «indignados» abandonaron los edificios cargados con decenas de maletas y bolsas de basura llenas de ropa y mantas. «¿Y el mueble que hizo Carlos?», preguntaba ayer otro. «Ese se ha quedado...», le respondía otra. Además tenían varios cuchillos y navajas que fueron incautados por la Policía.
Otro desafío a la Delegación
Ya en las inmediaciones de la Puerta del Sol comenzaron a preparar la «revancha». Convocaron a través de las redes sociales para protestar por el desalojo, pedir la «liberación de los compañeros retenidos» y de paso se manifestaron desde Gran Vía hasta Atocha, pasando por Cibeles y el Congreso, cortando el tráfico a su paso. Desafiaron una vez más a la Delegación del Gobierno, a quien una vez más no pidieron permiso para las concentraciones, con cánticos como «Familia desalojada, casa ocupada».
Una vez más, la delegada del Gobierno, Dolores Carrión, no dio orden a los agentes para impedir la marcha ilegal. Los «okupas», apoyados por un millar de miembros del 15-M, se enfrentaron además a los agentes que vigilaron la manifestación. En varios tensos «cara a cara» cantaron las ya clásicas consignas como: «Para qué usáis casco si no tenéis cerebro», «menos Policía y más educación» o «ser policía vergüenza me daría».
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