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Nunca más iba a suceder por Manuel Calderón

Nunca más iba a suceder por Manuel Calderón
Nunca más iba a suceder por Manuel Calderónlarazon

Cuando Sarajevo fue sometida a un cerco cruel de varios años, dijimos que nunca más iba a suceder. Cuando en Sebrenica se aplicó una limpieza étnica delante de fuerzas de la ONU, dijimos que nunca más iba a suceder. Cuando en Kosovo la gente –viejos y niños–huían de sus pueblos acarreando unos cuantos enseres, dijimos que nunca más iba a suceder. Que nunca más delante de nuestras narices, en el corazón de la vieja Europa se iba a llevar a cabo una matanza de inocentes con el consentimiento (por inacción) de la comunidad internacional. El mundo occidental, esa parte del planeta que se siente orgullosa, incluso se vanagloria, de proceder de la tradición humanista que antepone el dolor del hombre al infierno implacable de los intereses ideológicos se conjuró para que nunca más sucediera. Pero ha vuelto a suceder, con milimétrica precisión, delante de nuestras narices, en la era del iPad, a unas cuantas horas de vuelo, en Siria. El cerco de Homs, la matanza de niños, la huida de la gente por los campos buscando la frontera más próxima, las bombas indiscriminadas, las llamadas de las potencias internacionales a que cese el fuego... Siempre la misma fotografía. Vivimos en una sociedad hipersensible, es decir, somos capaces de salir a la calle para proteger una especie en extinción, para que nadie pise nuestro césped o para defender nuestro pequeño corral ideológico. Eso es: de nuevo, los muertos inocentes o son amigos o enemigos. Acordémonos de que en la guerra de la ex Yugoslavia la hipocresía pacifista sólo reaccionó cuando la OTAN bombardeó Belgrado. Los muertos de Siria, ¿son amigos o enemigos?