Ciclismo

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Las batallas de Contador

La Razón
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Una edición más, Alberto Contador lo tiene todo en contra. El Tour, esencia épica, magnitud del drama y la tragedia, sueño de Djokovic si fuera ciclista, pesadilla insuperable hasta que el podio de Campos Elíseos se desvanece. Ganó de carambola (2007) el de Rasmussen; le prohibieron correrlo en 2008 por ser compañero de Vinokourov; en el hotel sufrió la guerra psicológica de Armstrong, pero le derrotó en todos los terrenos (2009), y el tercero (2010) no fue más plácido por la competencia de Andy Schleck. Menos de un mes después encontró en el correo 50 picogramos de clembuterol y su vida dio un vuelco. Como es culpable mientras no se demuestre lo contrario, al presentarse en el de 2011 le abuchearon. Su imponente victoria en el Giro no mitigó las protestas del público francés, látigo inmisericorde. Cada etapa le flagelan quienes juran la inocencia de Dominique Strauss-Kahn cuando aún no se ha producido el sobreseimiento de la causa. DSK es uno de los suyos. A Contador, uno de los nuestros, le zurran en el podio y en la carretera su aura no le ampara de trompazos. Lo mejor que le ha ocurrido en esta edición es que en la contrarreloj por equipos sólo perdió 28 segundos. Escribió Paulo Coelho que «todas las batallas en la vida sirven para enseñarnos algo, inclusive aquellas que perdemos». Alberto ha perdido una con Francia, no la guerra, por la incompetencia de la UCI, de la AMA y del TAS, un cúmulo de siglas y organismos que han permitido que cualquier zarrapastroso insulte y vilipendie al campeón sin el cual su razón de ser carecería por completo de sentido. Ahora pienso que Alberto no debió correr este Tour.