Viena
El Baradei alienta la revuelta egipcia
El Nobel desembarca en Egipto y se ofrece para liderar una transición
Mohamed El Baradei regresó ayer a Egipto para sumarse a las protestas contra el régimen de Mubarak mientras los movimientos juveniles se preparaban para un gran día de manifestaciones que hoy marcará un punto de inflexión.
El premio Nobel de la Paz que ha encabezado desde el año pasado las peticiones de reformas democráticas y un cambio de sistema político en el país árabe, aterrizó ayer en El Cairo, después de tres días de intensas protestas que están desafiando al presidente Mubarak, en el poder desde 1981 y dispuesto a permanecer eternamente o a dejarlo en manos de su hijo Gamal.
El Baradei aseguró haber vuelto para «tomar parte en este momento histórico para Egipto, junto al pueblo egipcio», aunque antes de volar hacia el país había declarado en el aeropuerto de Viena que estaría dispuesto a liderar una transición democrática en el caso de que fuera necesario.
El ex jefe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), dependiente de Naciones Unidas, dijo a su llegada al Cairo que «ya no hay vuelta atrás» y que el régimen actual «debe cambiar». Al Baradei regresa coincidiendo con la convocatoria de una gran manifestación bajo el lema «Viernes de los Mártires y los Presos Políticos» en todo el país, después del rezo del mediodía, que es de cumplimiento obligatorio para los musulmanes.
Los grupos prodemocracia y movimientos juveniles han pedido a los egipcios que salgan a la calle de forma masiva para dar el golpe definitivo al Gobierno y obligarlo a dar algún paso. Quieren que este viernes pase a la historia y para ello pidieron ayer a los manifestantes, principalmente jóvenes de clase media alta, que se quedaran en casa y guardaran energías para hoy, que se prevé que será una jornada especialmente violenta.
Durante el día de ayer, la mayor parte de las localidades egipcias se mantuvieron en alerta pero sin grandes protestas, excepto la ciudad de Suez, que está empezando a ser denominada como el Sidi Bouzid egipcio, en referencia a la localidad tunecina donde comenzaron las revueltas en ese país.
Desde el miércoles, las Fuerzas de Seguridad están reprimiendo brutalmente las protestas en Suez y ayer cargaron con fuego real contra los manifestantes, que por su parte han quemado una estación de bomberos y otra de policía. El activista Ahmad Al Kilany contó desde Suez a LA RAZÓN que la situación es de terror: «Hay muchos cuerpos de personas en las calles, pero no podemos enterrarlos ni curar a los heridos». Oficialmente, sin embargo, no hay muertos en Suez, donde los periodistas no pueden acceder. La luz ha sido cortada en algunos barrios así como parte de las comunicaciones, y hay informaciones de que se ha impuesto el toque de queda y que el Ejército estaría desplegándose. Mientras, otra persona falleció el jueves en el Sinaí, tras recibir un disparo en la cabeza en los enfrentamientos con la Policía, elevando el número de muertos de esta semana a siete. Los heridos se cuentan ya por centenares y los detenidos superarían los 1.200 según las ONG.
El Cairo continúa tomado por los antidisturbios pero la vida seguía ayer con relativa tranquilidad, en un ambiente enrarecido que hacía pensar en la calma antes de la tempestad. Incluso la mayor pasión de los egipcios se ha visto afectada: la Asociación Egipcia de Fútbol anunció ayer la suspensión indefinida de la jornada de primera división por los disturbios. En su comunicado sólo especifica que los encuentros serán reprogramados cuando se restablezca el orden.
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