Vigo

Rubalcaba saca músculo político

Ya queda menos. La campaña electoral acaricia el final y el socialismo se aproxima inexorablemente hacia unas primarias para resolver la sucesión de Zapatero.

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Y, aunque en el PSOE no se habla oficialmente de eso, y los aspirantes guardan silencio, la militancia tiene ganas y también muy claro quién es su candidato preferido. La caravana llega a Vigo para escuchar a Rubalcaba, que toma el relevo de un Zapatero que hoy descansa de pabellones, auditorios y polideportivos. A la organización le entra el miedo escénico y cambia a última hora el recinto elegido por uno más pequeño, el Auditorio do Mar, con capacidad para 3.000 personas. Rubalcaba desborda las tímidas previsiones. Revienta la sala y los aledaños del edificio . «Presidente, presidente», le recibe la enfervorizada masa. La federación viguesa tiene claro a quién prefiere en la batalla sucesoria. El vicepresidente hace como que no escucha y entra directamente en faena: Crisis, protección social, críticas a la derecha y llamada a los indecisos progresistas son los ingredientes de un discurso marcadamente ideológico.
Ataca y ataca sin piedad a un Rajoy del que se mofa por su afición al «sesteo» y al que recuerda los límites infranqueables de la vida política que ya ha traspasado. Hasta tres enumera: el interés del país, el respeto a las instituciones básicas del Estado y el respeto a las personas aunque sean diferentes. «Ha traspasado –clama– los límites que la democracia impone a quien quiere jugar a la vida política». Recuerda las críticas de los de la gaviota «a la judicatura, a la fiscalía, a la policía... y ahora al Tribunal Constitucional y a los inmigrantes. Es una canallada repugnante y xenófoba», dice en alusión a las palabras de un popular catalán que vinculó la inmigración con la reaparición de enfermedades erra-dicadas en España.
Aún asesta otra andanada a Rajoy al tiempo que advierte a quienes creen que en el PP hay un policía bueno y un policía malo: «Pretende hacernos creer que su mano derecha no sabe los que hace su otra mano..., que están aún más a la derecha. Consiente, calla, luego otorga». «¡Tú sí que vales!», se escucha entre los aplausos y carcajadas. Rubalcaba no tiene un registro muy mitinero, pero sí cierto aire de «monologuista» que a la gente gusta. No pone paños calientes a una crisis que considera muy «profunda», pero sí distingue entre cómo se sale de ella esté el PSOE o el PP en la toma de decisiones. Reivindica así los legados de González y Zapatero y hace una glosa de derechos y conquistas sociales cuya paternidad socialista reivindica. Y a ellos, se refiere a los del PP, «sólo les interesa explotar y agitar el sentimiento de inquietud de los españoles por la crisis económica».
El vicepresidente entiende en todo caso, y así lo dice, que la gente esté «distante y defraudada» con los del puño y la rosa. No lo oculta, pero sí les pone ante la siguiente tesitura: «Se trata de confiar en los amigos o darle el paso a los adversarios». Que nadie tenga que decir en unos meses, añade: «¡Maldita sea, por qué me quedé en casa aquel domingo!».