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Habíamos oído muchas cosas sobre la erótica del poder, pero de lo que no sabíamos mucho era del efecto erotizante del sufragio. Claro que el pueblo catalán, que es muy sicalíptico y carnal de por sí, puede que piense que a la hora de meter, le pone tanto lo que es una coyunda en toda regla que introducir una papeleta con más o menos placer en la hendidura de una urna. Toda una metáfora de la cópula colectiva haciendo fila para rellenar el vientre de la insaciable madre Democracia.
Esto viene por el último vídeo electoral de las Juventudes del PSC, que a base de querer darle empujones al señor Montilla ya no saben qué hacer con el pobre hombre. Primero queriendo vestirlo de superhombre supernormal, y ahora, mostrando a una chica experimentando un sonoro y extático orgasmo (fingido seguro, que uno va sabiendo de estas cosas desde que vio «Cuando Harry encontró a Sally»), por el simple hecho de entregarle su voto a don José como quien entrega en el gozo hasta la última de sus entretelas. Montilla ha puesto cara de póquer, pero esta idea de hacer los comicios una experiencia poco menos que de sexo tántrico a mí me parece tan incongruente como hacer de algo tan físico como los castellers un patrimonio inmaterial y etéreo.
Pero la cosa no acaba aquí, porque los de Alternativa de Gobern han sacado también otro petardazo electoral titulado «El vídeo porno de Montserrat Nebreda», toma, con la candidata en faena, con lo que yo no sé lo que saldrá finalmente de estas elecciones, pero no podrán quejarse de lodos por falta de polvos. Al que echa uno de menos en estos meneos es a don Joan Laporta, que anda todavía saltando por los mercados en busca de culés, pero no hay que desesperar, seguro que está al caer la campanada.
Finalmente la conclusión es que la «agit-prop» acaba tirando de instintos básicos ¿Y cuál más básico que el sexo? Lo que indica cierta escasez de ideas. O lo que es peor, que en un pueblo de hábiles mercaderes haya poca chicha que vender.
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