Murcia
OPINIÓN: Las cosas importantes
*Consejero de Cultura y Turismo
Hacemos muchas cosas cada día -demasiadas se podría decir. Y –cierto es-, cuando cada una de nuestras acciones es regida por el sentido de la responsabilidad, por esa voluntad irreductible de dar lo máximo posible, como si la vida fuera en ello, cada hecho se transforma en un momento decisivo, excepcional, en el que todo se pone en juego, en el que ningún matiz de motivación se racanea. Desde este punto de vista, el compromiso siempre es el mayor que se le pueda demandar a una persona. Pero, en contra de lo que pudiera parecer, éste no es el problema, no es aquí donde nos tenemos que detener, porque darlo todo en todas las situaciones es algo que va de suyo en la actitud responsable. La cuestión, en este caso, es averiguar cuál es, dentro de este marco de máxima intensidad, aquello que es capaz de emocionarnos, de satisfacernos de tal manera que no dudemos en considerarlo como una experiencia determinante en nuestra vida. Y, para ser sinceros, he de reconocer que, entre estas cosas importantes que se singularizan por su plus de intensidad, hay dos que ejercen un especial poder de atracción: la enseñanza y la publicación de un libro.
Es curioso, pero, después de hablar en foros y escenarios de todo tipo, sometido a presiones en ocasiones brutales, el único lugar que todavía me pone nervioso es el aula. Quizás, porque, delante de los alumnos, no hay escapatoria posible: lo que realmente eres es lo que se muestra, tal cual, sin filtros ni mecanismos de amortiguación que pudieran enmascarar ciertos rasgos de tu forma de ser. De igual manera, en un libro no existe margen alguno para el engaño, para la ocultación. No es lo mismo escribir cualquier texto que decidir introducir una palabra determinada en la redacción de un libro: el grado de responsabilidad, en este último caso, no tiene parangón; es como si te lo jugaras todo en una elección que, de uno u otro modo, va a pesar sobre ti el resto de tu vida. Las palabras de los libros pesan más, importan más. Son palabras para siempre, que nunca dejarán de estar ahí, sobre las que sientes una especial y enfermiza vinculación. El libro es una empresa titánica, para la que no siempre se tienen fuerzas. Pero, por esta misma razón, es el libro el que te ofrece el mayor estado de plenitud que una mente inquieta pueda ansiar. Comparado con el placer que produce su presentación en sociedad, su puesta en circulación, no hay nada que se le aproxime –ni a años luz.
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