España

Paños calientes

La Razón
La RazónLa Razón

El Gobierno español sigue empeñado en mantener «las mejores relaciones» diplomáticas con Marruecos, «pues se trata de un vecino estratégico y muy importante». Prefiere ignorar sus constantes amenazas mientras Rabat no tiene ningún interés en cuidar los engranajes con Moncloa a no ser que el Ejecutivo obedezca a pies juntillas sus pretensiones. Y así resulta realmente difícil llevarse bien, a no ser que España adopte una actitud sumisa con Rabat que, visto el resultado, no parece la más acertada.
Nuestro vecino del sur busca la negociación con el Polisario como la única vía para hallar una solución al conflicto. Pero sin condiciones previas. Y en ningún caso va a aceptar la celebración del referéndum, porque considera que «es la posición del Polisario» y la de Naciones Unidas: una realidad que oculta Rabat y que también quiere ignorar la España de Zapatero, partidaria de una salida que no plantea la independencia. Pese a ello, cualquier excusa es buena para desencadenar una crisis con un Gobierno que ve débil y la última ha sido la adopción de una tímida protesta en el Congreso de los Diputados, que ni siquiera condena el asalto al campamento y que, sin embargo, sí sirve para que vuelva a amenazar con romper relaciones.
En el Parlamento europeo existe un grupo de presión promarroquí que no ha podido evitar la resolución de la Eurocámara contra Rabat. Hay otro en España, cobijado en torno a la Fundación Tres Culturas que financia el Gobierno marroquí y que intentó desbaratar la disposición aprobada por el Congreso de los Diputados. De ahí su enorme enfado.