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Un régimen que se aferra al poder
La llegada de los observadores de la Liga Árabe a Siria, lejos de calmar los ánimos del régimen, mantiene el conflicto al rojo vivo. El objetivo de éstos es, supuestamente, confirmar que el régimen intenta solucionar la crisis del país pero parece que la dirección elegida es la opuesta. Mientras ambos se pasan la patata caliente, el presidente sirio, Bachar al Asad, no cesa en su empeño de atajar cualquier tipo de protesta mediante la violencia. Como aperitivo al aterrizaje de los observadores de la organización panárabe, esta semana se han vivido dos de las jornadas más sangrientas con un balance de 200 muertos. Ayer, la delegación de observadores se encontró con la realidad: 44 muertos en dos atentados. Asad no quiere firmar, de momento, una salida airosa como llevó a cabo hace poco el presidente yemení, Alí Abdalá Saleh. Además, la presión internacional no le afecta. La ONU insistió a Siria, de nuevo, que detenga la represión y cumpla con la Liga Árabe, pero Asad ha decidido mantenerse en el poder por encima de todo y aplicar «mano dura». Damasco continúa con sus aliados de siempre; Rusia y China, que son los que tienen fuerza para detener una acción exterior. Aun así, existe un debilitamiento de Asad como muestra el leve giro de Rusia y las nuevas congelaciones económicas de Suiza.
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