Artistas
El bailecito por María José Navarro
Hace sólo unos días lo hablaba con algunos amigos ya cuarentones que me regalaban una docena de huevos de gallinas caseras: si esto me lo llegas a dar hace veinte años, me muero de vergüenza y los tiro por el camino, y ahora, fíjate tú cómo cambia el cuento, defendería este cartón sin pensar en mi manicura francesa
Hay una edad en la que te provoca pudor todo lo que te rodea. Te lo causan tu padre, el bocadillo de filete «empanao» que saca tu madre del bolso, la bata con la que baja la basura y cómo conduce cuando viene a buscarte al instituto. Todo es para ti un motivo de bochorno extremo. Lo son también tus hermanos, a los que pides que anden varios pasos por detrás de ti para que tus amigas no los noten. Justo cuando pasas esa etapa, te esperan tus gobernantes para devolverte al sofoco de crío, a la desazón global y al sonrojo definitivo.
He estado viendo cómo bailaban los montillistas catalanes el «All together now» de The Farm, aquellos autoproclamados músicos de soul del socialismo, y me ha dado cosica. Para colmo había estado sufriendo el partido entre el Everton y el Liverpool de rodillas en un reclinatorio fabricado expresamente para que Fernando Torres deje de estar enfadado o lo que sea que está, y encima ganan los otros y con golazo de Arteta. La tonadilla es de las que se cantan en la grada del Goodinson Park y a pesar de que el disco de la banda inglesa en el que se incluía originalmente estaba producido por Graham McPherson, Suggs, me carga un rato largo. Así que ve una a sus políticos bailar y ve a la ministra de Defensa salir al escenario a hacer como que se menea pero disimulando, con la vergüenza propia de esos marrones, y pasa la que suscribe por un trance en el que, en primer lugar, quiere meter la cabeza en un cubo y luego se siente bastante mejor y reconfortada de ser tan ridícula y tan sosa.
Lo peor de los políticos no es lo bien o mal que lo puedan hacer, que también, sino el pudor ajeno que provocan en sus votantes. Sin embargo, los votantes tenemos cuerda para rato. A pesar de la distancia que dan los años, podemos ver la coreografía del PSC y votar. Podemos ver al pedante de González Pons y votar. Podemos contemplar a Obama abrazarse a su señora en un escenario para trincarnos el ánimo y votar. A ver si se presenta Bob Esponja, un animal la mar de serio.
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