Sevilla
OPINIÓN: Sictransit
Ayer fueron derribados los galpones en los que se ubicó, durante 37 años, la plaza de abastos de la Encarnación. Durante más de un tercio de siglo, la cínica autoridad llamó a aquella infra-instalación «mercado provisional» y bien habría estado que, en esta Sevilla tan orgullosa de su condición barroca, las excavadoras no arrasaran sus restos en vísperas de Carnaval sino en tiempo de crisantemos. Todo es provisional en este mundo: en las insondables curvas espaciotemporales, los escasos ochenta años que vivimos de promedio son menos que un suspiro, así que el golpe de piqueta sobre una provisionalidad de 37 años habría equivalido, de hacerse en noviembre, a una biografía actualizada de Mañara o a la versión pop-art de las Postrimerías de Valdés Leal. La ciudad se prepara, así, para la Cuaresma que preludia esa semana de provisional misticismo en la que los pasos desfilarán entre los provisionales muros de la Catedral ante muy provisionales devotos que saciarán su sed con miles de botellines, provisionales ellos también, y fugaces en su temperatura óptima. Tanta provisionalidad lleva a los más lúcidos a preguntarse por el sentido de la vida; y a los menos, a preocuparse por la identidad de la gentuza que nos gobernará a partir del 25 de marzo.
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