Barcelona
La necesaria reforma educativa
No parece que sea algo descabellado pretender que los jóvenes españoles acaben la enseñanza obligatoria con unos conocimientos comunes sobre la historia, la geografía y las artes del país en el que han nacido. Hoy, desafortunadamente, priman en los sistemas educativos autonómicos los contenidos localistas, que impiden a los alumnos alcanzar una visión proporcionada de los distintos temas. Es, repetimos, un problema general que lleva a situaciones tan surrealistas como que la importancia de la romanización de la Península, la influencia musulmana o el arte renacentista dependan de la comunidad autónoma donde esté matriculado el alumno. Lo mismo reza para la geografía, con aportaciones a la antología del disparate como convertir al padre Ebro en un río exclusivamente catalán u obviar las unidades geográficas que no entren en unas fronteras provinciales trazadas en el siglo XIX. Pero con ser antipedagógica esa tendencia a glosar los particularismos y anteponer al paisano prestigioso frente a una gloria universal de la literatura, la cuestión se agrava cuando apenas se oculta una intencionalidad doctrinaria en la elección y exposición de los contenidos ofrecidos a los alumnos. Sin ser único, el caso catalán es el que, en estos momentos de reivindicación soberanista, causa mayor preocupación en la sociedad española, puesto que incide en una interpretación de la historia de España que elimina virtualmente los elementos comunes, imprescindibles para comprender la formación de la nación y sus procesos de consolidación. Una visión que hace de Cataluña y del resto de España compartimentos estancos, donde debieran hallarse vasos comunicantes. Y no es una cuestión de la lengua en que se estudia, faltaría más, sino de la ordenación arbitraria de conceptos y hechos, que llegan al absurdo de presentar la Guerra Civil como una guerra de agresión a Cataluña que termina con la rendición de Barcelona, tal y como expone el informe que hoy publica LA RAZÓN. Lo mismo reza para el País Vasco y, en otro aspecto, para Andalucía, comunidad esta última donde el revisionismo del periodo musulmán comienza a ser preocupante. No es la primera vez que desde el Gobierno de la nación se intenta reconducir la situación, con la elaboración de un currículo educativo común, de mínimos, sin que ello signifique la eliminación de los aspectos propios que quiera destacar cada comunidad autónoma. Desde esta perspectiva deberían entenderse las recientes palabras del ministro de Educación, José Ignacio Wert, que no pretende más que corregir las evidentes disfunciones del actual sistema educativo español. Hay una historia común, y ésta debe ser bien contada.
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